El proyecto del Corredor Verde ha sido el tema coyuntural de los últimos días en Bogotá, pero tampoco se habla de mucho más, porque la alcaldesa parece no tener oposición y mucho menos entes de control interesados en hacerle veeduría a su administración: todo se archiva o se ignora.
Los publirreportajes de algunos medios, presuntamente aceitados por ETB, siempre tienen titulares contundentes que dan a entender un éxito rotundo e incuestionable de su gestión. Si sacáramos un diagnóstico solo basado en titulares, la capital es efectivamente un paraíso, un maravilloso mundo de Disney (como dijo en su momento la mandataria) y sus problemas son siempre culpa de terceros más no de la administración.
El proyecto de intervención a la carrera Séptima no se salva de esta ecuación, según Claudia López, es una maravillosa obra de infraestructura urbana del siglo XXI que solo encuentra oposición en unas minorías “sectarias y clasistas”, como señaló la señora alcaldesa en uno de sus acostumbrados pronunciamientos oficiales vía Twitter.
Ahora, por supuesto que lo anterior no es cierto y las críticas sobre el Corredor Verde van más allá de unos supuestos caprichos de unos “ricos” que no aceptan bajarse de su carro o de meros intereses electorales de los contradictores de la mandataria.
Hay serias y válidas preocupaciones por parte de las personas que viven o trabajan en la amplia zona residencial y comercial que comprende la Séptima, también varios expertos han manifestado sus diferencias con el proyecto y advierten de graves consecuencias para la ciudad si se realiza tal y como está proyectado.
Lo anterior, más allá de las diferencias específicas con el proyecto como si debería o no ir un sistema de Transmilenio o de buses ligeros sobre la avenida o si la misma se debe o no peatonalizar desde la calle 92 sentido norte sur, creo, que existe un consenso en que no hay consenso y la imposición a las patadas no puede ser el camino.
Además, está administración ya le demostró a la ciudad que es incapaz de contratar bien y mucho menos terminar las obras a tiempo, dicho no por mí, sino por el mismísimo director del IDU, quién para este proyecto dijo que prometía traer esta vez sí unos buenos contratistas que tengan robustez financiera y logren hacer la obra. ¡Hágame el bendito favor!
Entonces, imagínese usted. Si no lograron hacer las cosas bien durante tres años de gobierno -y eso que no tenían el afán electoral de las territoriales tan encima-, ¿ahora sí sacarán este mega proyecto idóneamente adelante? No lo creo. El afán, se basa en la urgencia de una alcaldesa que tiene poco o nada que mostrar más allá de unas retóricas baratas y una ciudad en retroceso. Por eso quieren licitar cuanto antes, sin importar el costo o equivocaciones, para así poder capitalizarlo en elecciones.
Esperemos que el consentido mega contratista de los andenes de la 92 y la 94 no se quede con el contrato, ¡porque nunca acabará!