Lo sucedido esta semana en la capital con respecto a la masacre donde encontraron cuatro personas con signos de tortura y ultimadas con tiros de gracia, no es nuevo en la administración de Claudia López. Al menos no salió a hacer un ficticio show de llanto y a prometernos, nuevamente y con descaro, que la esperemos un poquito más, que no demoran los criminales en temblarle. Lo grave, es que nuevamente la mandataria no tiene planeado algo concreto para hacerle frente a esta situación de masacres.
Durante la ‘administración’ de la alcaldesa ha sido constante la aparición de cadáveres en distintas localidades. Remitámonos a abril, el segundo día de ese mes, en la localidad de Mártires, encuentran un cadáver también dentro de una bolsa con heridas visibles de arma blanca (posible tortura) y una herida letal con arma de fuego.
Días después, en zonas deshabitadas entre Usme y San Cristóbal, pobladores del sector reportaron dos cuerpos más, con impacto de arma de fuego en la cabeza y el pecho. Posteriormente, el 11 de abril aparecieron otros dos cuerpos en La Plaza España, con signos de tortura. Lastimosamente, estos casos que cuentan con características similares no se detuvieron ese día de abril, si no se encontraron dos cuerpos más: uno el jueves santo el cual estaba amarrado de manos y pies posiblemente también víctima de tortura y, el segundo, se halló al día siguiente incinerado e igual dentro de una bolsa de basura.
Solo en abril podemos, según información de las propias autoridades, sumar 15 asesinatos, que se relacionan con todo tipo de delitos. Lo que impresiona es que no hay respuesta alguna, no sobre los datos o sobre las posibles causas de esta cadena de asesinatos, no. Si no de cómo se va a detener un fenómeno que se le salió de las manos a Claudia. Lo mínimo sería que nos comunicara qué hay planeado para enfrentarlo.
Porque mientras bandas de microtráfico, sicarios, oficinas de cobro y demás tipos de delincuentes hacen lo que les viene en gana en Bogotá, tenemos que ver a la alcaldesa disfrutar de las tirolesas carnavalescas, viviendo una realidad paralela donde los asesinatos e inseguridad general, no son con ella.
Era escondible y hasta excusable para la mandataria que estas masacres sucedieran durante el anterior gobierno porque era fácil salirle al paso a la prensa, a la ciudadanía y, sobretodo, a la clase política diciendo la frase cliché y favorita del petrismo y el claudismo: “Esto es culpa del indolente gobierno uribista”.
¡Pero ya no pueden! Ahora que ya el supuesto ‘gobierno criminal’ duquista no está, sino la potencia de la ‘vida’, el ‘amor’ y todo lo bello y puro.
¿Cómo le explican al país que ocurran estos terribles hechos? ¿Son, ahora sí, también responsables de que asesinen colombianos todos los días? ¿Se dan cuenta que no es un problema de indio, sino de flecha y mucho más complejo de cómo lo simplificaron siendo oposición?