MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Abril de 2013

Del 9 de abril

 

La movilización del 9 de abril cambió el clima político nacional. Le dio al proceso de paz un espaldarazo público masivo. Bogotá vio una manifestación de apoyo como la que no se había visto nunca. Torrentes de gente en su mayoría jóvenes provenientes de todo el país confluyeron a la Plaza de Bolívar. El necesario sigilo de las negociaciones obtuvo un respaldo grande, en realidad espectacular. El torrente humano recorrió y creció toda la mañana de ese día. Y si uno deseaba avanzar al mediodía debía salir de la séptima y buscar calles aledañas. Jóvenes en topless, senos al aire cubiertas apenas por tatuajes, no pudieron ser el centro de atención por la vía principal atestada de manifestantes. Entonces esa veintena de muchachas se vieron en la incómoda necesidad de caminar por la acera casi agachadas, casi con pudor. El escenario fue de fiesta. Estaba la costa Atlántica y la Pacífica. Los sindicatos, magisterio, estudiantes.  Comarcas, regiones, departamentos. Algunos abucheos y algo más contra los bancos ¿Quién sabe por qué será? Pero Colombia estaba ahí. De eso no se puede dudar. Da la impresión que llegó tanta gente de provincia (preguntaban direcciones, se perdían) que Bogotá pasó a ser ágora, un escenario, para que el país se manifestara. Y se manifestó. Por supuesto si se analizan las motivaciones de los participantes no se llega a nada o se contrarrestan. Pero esa es la peor forma de no querer entender. Ante un hecho político no basta buscar los móviles. No hay que juzgar tras los hechos, ellos son el mensaje.

Con todo parece haber un punto en común en esa expresión nacional. El cansancio frente a los extremismos. El rechazo a la locura de la extrema izquierda y el creciente cansancio con el anarquismo ultraderechista del “todo vale”. De un expresidente que tiene confundidas las coordenadas.

Colombia sigue siendo centrista. En simpatía y en sus marchas por el centro… La izquierda centrista que desfiló les comunicó a los más radicales de La Habana que hay otra vía posible distinta a la armada. Ejercen así una presión política para reabrir un cauce político cerrado con el exterminio de la U.P. y la propia estulticia del todo vale, es decir, de todas las formas de lucha.

Este 9 de abril marca un hito. Expresa un anhelo. Incluso si las conversaciones de paz se descompusieran señala la esperanza nacional de hallar un campo intermedio entre la tierra arrasada de los dos extremismos. De fomentar la convivencia en el único país del hemisferio en el cual la clase dirigente ha sido incapaz de crear un Estado incluyente.