MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 6 de Mayo de 2013

El ADN

 

“Con una sola mirada no te pierdes de nada”, es un apunte sobre la nueva generación y un comercial del Blackberry.

Los nacidos en la era del teléfono fijo nos apartábamos del grupo para hablar. Con el celular uno se aísla sin salir a  sitio alguno. O chatea sin hacer caso a quien tiene en frente. O mira correos. Presente está ausente y se parece a los sordos.

El aislamiento es continuado. El dato electrónico deviene más importante que el prójimo de carne y hueso. No se trata de una simple falta de cortesía. Es una actitud que no augura tampoco nada amable para quien está al otro lado de la red. Ven en el teléfono y aún en la TV una suerte de paleolítico. Pero tienen ansias de conocer por la superficie, con una sola mirada al mundo. Como es natural el resultado será superficial pero logran gracias a la inteligencia una gracia de levedad. El cerebro abrumado de datos es complementado por “gadgets” inteligentes, los cerebros periféricos. Todo lo cual es una maravilla cuando esos instrumentos no sustituyen a la inteligencia humana que deberían complementar.

Se ha sepultado al libro como símbolo de cultura, tal como al teléfono fijo. Los jóvenes no citan ni aceptan citas librescas. Quizás el libro no se acabe, como no se acabaron las piedras cuando finalizó la edad de piedra. Pero es otra edad, otra actitud, otra disponibilidad.

El ADN es un periódico bogotano nuevo en el término exacto de la palabra: es gratuito, ágil, sin ideología aparente. Bien pensado. Aclaro que no conozco a ninguno de los colaboradores, ni tengo interés distinto a intentar comprender a ese nuevo mundo que lentamente nos desplaza sin culpa alguna.

El nombre de ADN equivale a Humanidad o a Nosotros Incluso equivale al “Togtherness” inglés, a “Le Humanite” francés. Pero ya no se llega ahí a través de una ideología o propósito editorial sino aludiendo a la biología, la base genética.  Disciplina que, junto con la electrónica, más se ha desarrollado en los últimos 20 años. Esto en cuanto al nombre. Su caricatura encaja en esa nueva sensibilidad. Apunta al sentimiento y menos a zaherir personas. Es humor reflexivo que evita la burla personal. Burla sarcástica válida para los mayores de cuarenta pero crecientemente burda para la nueva sensibilidad.

Los colaboradores escriben en primera persona. Se meten de lleno a sí mismos en sus artículos. A diferencia del periodismo tradicional que lo evita minuciosamente. Su crucigramista de apellido Rivas como el gran Frailejón de ese pasatiempo, pregunta por una palabra de tres letras que significa movimiento inconsciente. Pongo en seguida Tic. Resulta ser ELN. Hay humor fino. Lo que alcanzo a percibir positivo de esa nueva sensibilidad se trasluce en ese periódico. La primera persona en sus artículos no se pierde en egocentrismo. Una colaboradora, por ejemplo, reconoció haber herido en materia grave a su compañero. Contó el pesar que le produjo esa culpa y cómo se disculpó sin  éxito y el fin de la relación. Es decir, es un regreso a las confesiones comunitarias del cristianismo de las primeras épocas. Los que escuchan se reconocen a sí mismo en lo que sus compañeros confiesan. Hay una participación emocional colectiva. Es otra forma de romper la soledad creciente de las grandes ciudades. En las que las personas están enchufadas a una red, presentes están ausentes y se parecen a los sordos.