MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Noviembre de 2011

El Diccionario del Diablo

 

El  conservador es un estadista que prefiere enamorarse de los males vigentes en contraste con el liberal que quiere reemplazarlos por otros, decía Bierce en su célebre Diccionario del Diablo. Aquí esa diferencia persiste pero no está encauzada en los partidos, corroídos por el clientelismo y los contratos con cada gobierno de turno.

Basta pensar lo que hicieron parlamentarios conservadores con los bienes que el Estado incautó a los narcos. Y la pérdida del gobierno de parte del Partido Liberal desde la narcoeleccion en 1994. Cuando los negociados están al mando, los matices y la agudeza mental se embotan. En el Reino Unido, la más antigua de las democracias occidentales, un parlamentario le decía a su opositor: “Si usted sigue en esas va a morir de una enfermedad venusina o en el patíbulo”. El otro le respondió: “Eso depende de si abrazo a su mujer o a su filosofía política”.

En la actualidad los voceros de esas dos corrientes universales están aplanando el contrapunto. Sus escritos son capaces de dormir a un carnero en celo. La impresión que dan los políticos algo más radicales es que pretenden gobernar arando con toros, y los tradicionalistas más recalcitrantes parecerían querer lidiar corridas pero con bueyes.

La ventaja de la antigüedad democrática en Inglaterra es que ha pasado por lugares que otros países estamos descubriendo como novedad inédita. Una es la inconveniencia de meter al clero en disputas políticas en aras de defender principios “eternos e inamovibles”. Basta recordar aquí a monseñor Builes, que poco antes de la quema de los periódicos liberales afirmaba que “a la culebra hay que matarla por la cabeza”. O el caso del cardenal Luque, quien aplaudió el golpe de Estado de 1953, en el periódico El Catolicismo. La política partidista termina por enfrentar al clero consigo mismo. Churchill, que tenía el apoyo del obispo de Canterbury, dudaba mucho de la conveniencia de esa intromisión. Y en la contienda electoral de 1945 contra el suave cortés laborista Clemente Attlee se rió mucho cuando los obispos anglicanos previnieron con alarma contra Attlee citando la Biblia y descalificándolo como “un lobo disfrazado de oveja”.

Churchill, se preguntó en la radio: “¿Attlee un lobo? No eminencias, Attlee es una oveja disfrazada de oveja”.

En España el contubernio franquista con la Iglesia o viceversa, ha dado frutos. Hoy menos de diez y ocho por ciento de españoles son practicantes católicos. La independencia del Estado ante la religión mayoritaria es un avance democrático fundamental que preserva los derechos de las mismas iglesias llegado el momento de su mengua. Como en la Inglaterra de Attlee, la España postfranquista o la Colombia multi-religiosa o indiferente del siglo XXI.