Tuve el gran honor de que el Presidente Uribe y mis compañeros de bancada consideraran mi nombre como candidata a la Alcaldía de Bogotá. Me siento enaltecida y agradecida, sin embargo decidí quedarme en el Senado y quiero compartirles algunos apartes de la carta que envié explicando mis razones.
Bogotá representa la fusión de toda nuestra Nación. Las atroces administraciones de izquierda alejaron el sueño de una ciudad mejor, pero el sueño sigue ahí, porque Bogotá es una gran ciudad.
Bogotá requiere no solo su metro subterráneo y su TransMilenio; necesita nuevas formas de trasporte, nuevas vías para que puedan las familias pasar más y mejor tiempo juntas, las empresas ser más dinámicas, y los ciudadanos conocerse.
Bogotá necesita una política de seguridad que devuelva a los ciudadanos las calles y los parques, que defienda los derechos de los ciudadanos de aquellos que los atropellan. Debe iniciarse con la confianza de la ciudadanía en las autoridades y con el compromiso de servicio y honestidad de nuestras fuerzas. Es fundamental una entusiasta política que cree nuevos bienes públicos y nuevos espacios públicos. Crear zonas francas en los barrios más deprimidos, para generar las oportunidades donde las requerimos. Reducir drásticamente la creciente burocracia. Lograr celeridad en las obras públicas y total trasparencia en su adjudicación y ejecución.
La ciudad tiene un enorme desafío ante el cambio climático. Su propio destino depende de gobernar con mucha prudencia el agua, y los ecosistemas estratégicos de la ciudad-región. Tendremos que detener el crecimiento de la ciudad sobre los ecosistemas que componen la Sabana. La reserva Van der Hammen puede ser la última oportunidad de un parque urbano con características que protejan estructuras de ecosistemas fundamentales.
No menos importante, el Alcalde de Bogotá tiene la obligación de liderar una cruzada para proteger el medio ambiente en todo el país. Sí, la defensa de la Amazonia, del tapón del Darién, de los parques nacionales... debe ser agenda del gobernante de Bogotá, pues el futuro de la ciudad también depende de ello.
Ser alcalde de una ciudad así es el sueño de cualquier servidor público. Me sentiría feliz y entusiasmada de ser candidata a su primera magistratura.
Sin embargo, asumí el compromiso de ser senadora con unos propósitos concretos. Tengo que lograr garantías para el juzgamiento de los miembros de nuestra fuerza pública, quienes hoy, en mi opinión, están amenazados por una justicia politizada como la JEP. Tengo que lograr que los delitos cometidos contra los menores no puedan ser considerados como conexos al delito político, y no sean susceptibles de justicias transicionales. Tengo que conseguir una reforma integral a la justicia, que acabe con la impunidad de los de cuello blanco y permita el juzgamiento de los aforados. Ojalá una sola Corte de magistrados mayores, respetables y sin tacha, que facilite la obligatoriedad del precedente. Una justicia, justa. Irme ahora sin haberlo logrado, o al menos intentado nuevamente, sería fallarle a mis ideales.
Tengo en el Congreso, además, un debate ideológico permanente que espero le sirva a los colombianos para conocer las realidades de quienes han pretendido ocupar un pedestal moral. Quieren desde ahí derruirlo todo, y luego quedar solo ellos en pie, como única alternativa. No son la única alternativa, y distan de ser la mejor. Estaré ahí, para que en cada embate que pretendan contra nuestras instituciones, nuestros Presidentes, nuestra historia, encuentren siempre izada la bandera de los ideales democráticos y republicanos.
Samuel Hoyos tuvo la gallardía de ofrecerme su apoyo si yo decidía aspirar a la Alcaldía, a su generosidad le respondo apoyando con todo entusiasmo su candidatura. Samuel representa los mismos valores morales y políticos que me mueven. Tiene carácter, inteligencia, honestidad y decisión. Estoy segura de que su candidatura será exitosa para bien de todos quienes vivimos en Bogotá. Samuel será un extraordinario alcalde.