A pesar de que hay hombres machistas que sufren el síndrome de la ceguera mental, existen mujeres que están cambiando el mundo frente a las adversidades y las barreras de género que todavía subsisten.
La voz de una mujer es dolorosa y bella al mismo tiempo, es profunda y desgarradora, pero es también un canto de luz y esperanza.
Por desgracia repetimos la historia griega en la que Aristófanes escribe su célebre comedia sobre Lisístrata, donde narra la destrucción de las familias a causa de las guerras, se acababan los hogares, y los hombres enloquecidos por la violencia, que menospreciaban los ruegos de sus esposas.
Hoy día, no solamente tenemos hombres demenciales sino también mujeres que se rasgan las vestiduras por destruir la dignidad de la mujer.
No es sorpresivo el desquiciamiento emocional de Daniel Samper Ospina, cuando critica con ironía las aspiraciones políticas de una inteligente mujer. Tan pronto Paloma Valencia habla sobre algún tema, salta Daniel Ospina como una liebre para condenarla.
Paloma ha dado importantes batallas desde la Comisión Primera. Ha sido ponente de varios proyectos, entre los cuales se encuentra la reforma al Sistema General de Regalías, entre sus principales iniciativas.
Una de las más brillantes legisladoras, Nadia Blell, logró finalmente que el Congreso aprobara la prohibición del asbesto.
Otros enloquecidos parlamentarios, critican a la Ministra del Interior, piden su cambio, dizque porque no ha sabido entender a estos nobles padres de la patria. Faltan a la verdad, otro sería su pronunciamiento si hubieran saciado sus apetitos burocráticos.
Para nadie es un secreto que la Ministra del Interior se atrevió a calmar los ánimos de nuestros indígenas enardecidos cuando pretendían destruir las vías y la tranquilidad de los colombianos, ella supo sacar adelante una negociación en contra de las mentes machistas.
Y qué decir de la periodista Claudia Palacios, que ha querido convertirse en la madre Teresa de Calcuta. Sus columnas atrevidas en contra de la mujer venezolana, las escribe fuera de toda lógica.
Lo decía un columnista de El Espectador, “Claudia Palacios ignora que la mujer venezolana, que conoce muy bien los métodos para planificar, carece de todos los recursos, en Venezuela no hay hospitales, no hay médicos, etc, etc”.
Si tanto empeño tiene en ordenar a las mujeres no parir más hijos, debiera hacerlo en la misma república venezolana como directora de una institución familiar.
Estamos seguros que allí terminaría en un manicomio, pues sus ideas fantasiosas se estrellarían con otra realidad.
Que falta nos hace valorar a las mujeres inteligentes, mujeres guerreras como La Cacica Gaitana que supo enfrentarse a las tropas españolas para vengar la muerte de su hijo.
Florence Thomas escribe: “gracias a los aportes del feminismo y de la revolución pacífica y silenciosa de las mujeres, ellas están reinventando poco a poco pero imprescindiblemente su lugar en el amor. Y por supuesto, también están aprendiendo que la vida no es un largo camino de espinas”.