El acuerdo de reanudar los diálogos de paz con el Eln trae de nuevo a la memoria los numerosos intentos, siempre infructuosos, de concluir exitosamente tratativas de paz con esa sangrienta organización. Alfonso López, César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque, se vieron frustrados por la constante perfidia de ese grupo guerrillero y por la masacre en la Escuela de Cadetes General Santander.
Lo anunciado en Caracas constituiría el primer eslabón de la promesa de una “paz total”, bandera con la que el gobierno engalana su propuesta de cambio. Para conseguirla, convoca a los de siempre; Cuba y Venezuela, con identidades ideológicas con el gobierno de Colombia, Noruega, siempre listo como codiciado boy scout, y la ONU, invariablemente desdichada para dar cumplimiento a la tarea de paz para cuya consecución fue creada.
Se dice que la agenda será también la de antaño, sin reparar en que las realidades de hoy son bien diferentes a las que prevalecieron en el pasado. Cuba ha acentuado su carácter de violador de los derechos humanos y de incitador al terrorismo y la Venezuela de Maduro, acusada por la ONU de crímenes de lesa humanidad, ofrece refugio al Eln y a otras organizaciones criminales colombianas, a las que ha convertido en alfiles para la inseguridad fronteriza y en socios de los réditos que procuran el narcotráfico y la explotación y comercialización de metales preciosos. La presencia militar y de inteligencia de Rusia, de Irán proveedora de armamento, y de China, Turquía y Hezbollah en el vecino país, son factores desestabilizadores de la geopolítica hemisférica y de la conservación de la paz.
Tampoco son menores los desafíos políticos al régimen democrático. El Eln se ve a sí mismo como el representante del pueblo colombiano y no simplemente como un grupo armado insurgente, aunque narcotraficante confeso y activo, lo que lo induce a sostener que la paz ha sido esquiva “no por negligencia del Eln, sino por los tiempos que han impuesto los gobiernos”. Ello explica su insistencia en la “Convención Nacional” que aspiran convertir en Constituyente.
Preocupa que el Comisionado Danilo Rueda implore a los elenos a cesar en el uso de las armas y afirme que “Entendemos que están en armas, entendemos sus motivaciones, pero por favor paren el uso de las mismas porque están afectando a la población”. Pero inquieta aún más que se acepte como principio que “lo que se va acordando, se va cumpliendo”, porque convertiría la negociación en capitulaciones sucesivas vinculantes, sin certeza de llegar al final de la negociación. Concepción que no puede inspirar la conducta de representantes del gobierno, si no se quiere que terminemos ingenuamente de victimas en las arenas movedizas que descaradamente nos proponen.
Los enfrentamientos del Eln con la Segunda Marquetalia y de éstos con las disidencias de las Farc, de Iván Mordisco, en Venezuela y Colombia, demuestran hasta la saciedad que Maduro es impotente y a la vez cómplice y rehén de sus incomodos visitantes. Él, Cuba y la ONU podrían condenarnos a nunca ser potencia para la vida.