No lo logró la guerra, sino los jueces | El Nuevo Siglo
Sábado, 29 de Agosto de 2020

Por décadas creímos que el país se lo iba a tomar las Farc o el narco por medio de las armas, como sucede en África o pasó en Cuba. Pero no. Resulta y pasa que la guerra frontal con el Estado dejó de ser un camino viable y atractivo para estos revolucionarios-narcotraficantes o narcotraficantes-revolucionarios. Hoy en día es imposible tener el uno sin el otro. Porque claro, nadie va al monte a luchar por una fracasada causa ideológica como el comunismo, al menos no voluntariamente, durante tantos años y en pleno siglo XXI.

El romanticismo ideológico no es más que una justificación cínica, pero necesaria, para el actuar delictivo. Falta ver como el ‘Acuerdo de Paz’ y el silencio cómplice de varios sectores políticos y periodísticos le garantiza a un criminal como José Lisandro Lascarro, alias ‘Pastor Alape’, negar sin vergüenza alguna delitos como el reclutamiento y fusilamiento de menores, el aborto forzado o las violaciones sistemáticas a niñas de 14 años.

Demuestra que un acuerdo político que violenta los principios de los Derechos Humanos y garantiza impunidad, abre una nueva puerta a la combinación de formas de lucha. Sin duda un vacío discurso ‘progresista’ que llega a las juventudes, una migración del campo de batalla rural a los cascos urbanos, un brazo judicial como la JEP y las altas Cortes, un sector político cómplice, corrupto o convencido, el apoderamiento de las universidades y centros educativos, la tergiversación de la historia, la financiación de 212.000 hectáreas de cocaína y el refugio seguro cruzando la frontera venezolana, crean una nueva vía para alcanzar el objetivo final de tomarse el poder en la cual la lucha armada es segundaria.

Ahora que se instrumentaliza la justicia por un sectarismo político, la judicatura, se convierte en un instrumento de guerra. ¡Oh ironía! Las persecuciones, la interpretación abusiva de la Constitución y las violaciones de garantías judiciales como el debido proceso son muestras claras de un deterioro judicial que, en mi opinión, es intencional. Este actuar de las Cortes destruye la institucionalidad del país buscando poner a los colombianos unos contra otros, rompiendo el consenso social.

Cuando las Cortes dejan de ser imparciales conducen a la sociedad de regreso al Leviatán de Hobbes. Resurgen las vías de hecho como mecánica de interacción social, lo cual, a la postre, no es sino un eufemismo de la guerra civil. ¡El caos necesario! Para ese resurgir del ‘nuevo’ orden social que tanto apetecen los progres y los subversivos, las ‘fuerzas oscuras’ como diría el actual alcalde de Medellín. Él y otros discípulos de closet del chavismo como Iván Cepeda, luchan por la lenta pero próxima transformación de Colombia hacia un modelo dictatorial que aplaste la libertad individual, acabe con la iniciativa privada y asegure los recursos del narco para la imposición del modelo castro-chavista en todo el continente.

 

“Pueblos libres, recordad esta máxima: Podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde.” -Jean Jacques Rousseau-