La imposición de una ley de seguridad nacional por la China al territorio autónomo de Hong Kong, no sólo constituye violación del acuerdo firmado con el Reino Unido, “un solo país, dos sistemas”, cuya vigencia expiraba en 2047, sino también la confirmación de la voluntad hegemónica de la China sobre su entorno geográfico y estratégico.
Sus orígenes se remontan a 1991, cuando el arquitecto de la China moderna, Deng Xiaoping, afirmó que “los conflictos entre la China y los Estados Unidos constituían una nueva guerra fría. Con ello, notificaba al mundo que China se disponía a reemplazar a la Unión Soviética después de su derrumbe y disolución.
Para él y sus sucesores, las fuentes del conflicto se hallan en las diferencias culturales y de sociedad con los Estados Unidos y los demás estados occidentales, y exigen la búsqueda de un poder hegemónico del gigante asiático, acorde con la preeminencia que ejerció en el Este de Asia por más de 2000 años. Constituye el primer paso del revivido “Imperio del Medio”, en la búsqueda de un nuevo orden mundial que traduzca el poder económico, tecnológico y militar de la China y su pretensión de imponer su civilización y cultura.
Hong Kong es la primera víctima del expansionismo chino que procura borrar, a cualquier precio, la injerencia extranjera en su entorno estratégico y las libertades y derechos de su población. La democracia no hace parte del ADN chino. Al entrar en vigor la ley, el gobierno chino forzó la disolución de los partidos políticos distintos al partido comunista, y detuvo a más de 300 de sus líderes, inaugurando un clima de terror para aclimatar su dominio sobre el otrora territorio próspero y autónomo de Hong Kong. Quiso así proponer a Occidente un pulso por el poder de enormes consecuencias. Una tímida reacción de la comunidad internacional alentaría a la China a la anexión de Taiwán, al control total del mar de China, a extender poderosa coacción al Japón y Corea del Sur, y aún a Vietnam y a Australia, que, de no ser contenida, implicaría la ruptura de todo equilibrio en la región y una hegemonía amenazante para Rusia y la India, en una situación global que forzaría a la confrontación o a la sumisión.
La historia tiende a la repetición. La acción de la China evoca la anexión por Hitler de Austria a Alemania, la invasión a Checoeslovaquia y su repetición en Polonia, que al no ser contenidas a tiempo cobraron la muerte de más 100 millones de personas y la devastación de gran parte de Europa.
La elección presidencial en los Estados Unidos será fundamental para ganar el pulso, mantener la paz y asegurar el surgimiento de un orden mundial multipolar que priorice el equilibrio y prevenga la confrontación entre potencias nucleares. Hagamos votos porque el elegido presidente no sea una reencarnación de Neville Chamberlain, cuya gestión estuvo a punto de permitir la tiranía de Hitler sobre el mundo de entonces.