Cuando las tribus tenían problemas de seguridad, cuando las relaciones entre sus miembros estaban trastornadas o veían amenazadas sus fronteras por grupos vecinos, se reunían los viejos convocados por el cacique, para analizar la situación y debatir sobre el procedimiento a seguir. Seguramente la prudencia a más de la aplicación severa de las leyes, era la recomendación con más peso, pero ante problemáticas que recomendaban enfrentar dificultades apoyados en la fuerza, los avezados en el arte de la guerra debían afrontar las intimidaciones y una vez solucionadas, el consejo de ancianos, dirigidos por el cacique, retomaba el manejo de la comunidad.
Nuestro país en la actualidad vive situaciones complicadas desde diferentes frentes que por espacio no puedo describir con detalle, pero conocidas por la generalidad de los colombianos, a quienes preocupa tantas marejadas amenazantes para la tranquilidad de la nación. Basta una mirada y entramos en desasosiego por la actitud del gobernante vecino, quien muestra animadversión hacia nuestro país, especialmente, llegando al punto de erizar la frontera con armamento. Esto sin detenernos sobre el auxilio que brinda a las organizaciones alzadas en armas contra Colombia. Por otro lado vemos las disidencias de las Farc con Iván Márquez, Jesús Santrich y el Paisa a la cabeza, desafiando la gobernabilidad y anunciando un retorno a las armas, que según ellos nunca debieron entregar -sobra recordar su permanencia en Venezuela-. Imposible dejar de lado los asesinatos de líderes cívicos en diferentes puntos de la geografía patria, aspecto que altera la armonía y tranquilidad en las regiones más necesitadas de paz, y ni hablar del departamento del Cauca y sus líderes indígenas, situación que amerita un manejo especial, comprometido con resultados a corto plazo, no toquemos la contienda política, generadora de pasiones.
El ministro de la Defensa, doctor Botero, un hombre probo, se muestra comprometido con su misión y no vamos a calificar mucho menos criticar su gestión, a todo señor todo honor, pero dadas las circunstancia del país, y ante la urgencia de honrar la palabra y cumplir los compromisos, en la cartera de defensa sería aconsejable ubicar un oficial, bien sea en la actividad o retiro. Sustento mi punto de vista en el apremio de tener un hombre que se entienda con los mandos, hablen el mismo idioma, sepa de estrategia, comprenda lo delicado y difícil de la misión, que pueda analizar las circunstancias de tiempo, modo y lugar; un hombre que asesore al gobierno con su conocimiento y experiencia, al que las tropas reconozcan y admiren, un líder que encare todos los frentes que hoy personifican amenaza. Una vez alcanzada la armonía se debe retomar la cartera por la persona que el señor presidente considere adecuada y capacitada.