El proyecto nuclear de Irán empezó hace setenta años, con auspicio de los Estados Unidos, bajo el mandato del Sha Reza Pahlevi, derrocado en 1979. Existen sitios de investigación, mina de uranio, instalaciones para su procesamiento, moderno reactor. El objetivo de producir plutonio se dice que es con fines pacíficos: la creación de energía nuclear. No obstante existe temor en Occidente por el uso de bombas atómicas, de armas letales, en detrimento de la estabilidad mundial.
Con participación de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia, Alemania y China, se suscribió en el año 2015, en Ginebra, un acuerdo con Irán, convertido en mandato de la Organización de Naciones Unidas, a cambio del suministro de ayuda billonaria y de levantamiento de sanciones, en el cual se establece mantener durante diez años el límite del 5 por ciento en el enriquecimiento del uranio, verificación de cumplimiento y la expresa manifestación de no intervención de ese país en conflictos regionales ni orbitales.
Al presidente de los Estados Unidos no le gusta el convenio, lo criticó durante su campaña, amenaza con descertificarlo y acusa a su antecesor, Barack Obama, de haberse equivocado al firmarlo. Lo trata como problema doméstico, no le importa abrir más frentes de controversia sumados a los de Corea del Norte, China y Siria, al desconocimiento del Tratado para impedir el recalentamiento de la tierra o a su propósito de dar vía libre a la explotación de hidrocarburos en el 95 por ciento de las aguas.
Irán lo viene cumpliendo, los gobiernos involucrados lo respetan, la Comunidad Europea expresa su preocupación por el intento de desconocerlo, el presidente ruso, Vladimir Putin, de visita en Teherán, confirma su apoyo al compromiso internacional, los congresistas “grimgos” se abstienen de imponer nuevamente sanciones. El gobierno islámico expresa que incrementará en cuatro días al 20 por ciento el enriquecimiento del uranio si se descertifica y protesta por las opiniones del mandatario norteamericano de respaldo a los manifestantes de los últimos días que protestan por el alto costo de vida e incremento del precio de los combustibles.
¿Para qué torear a Irán cuando la posibilidad del inicio de una tercera guerra mundial está por todas partes y por diferentes causas es erróneo continuar revolviendo avisperos? Ojalá, si el asunto se debate en la ONU, que Colombia vote afirmativamente por la intangibilidad del pacto, no insista en abstenerse para quedar bien con Dios y el Diablo, como lo hizo en el caso de si la capital de Israel debe ser Jerusalén según el señor Trump. ¿De qué lugar sacará Venezuela uranio para suministrarlo a Irán? Agitar vientos es levantar tempestades.