La retórica ambientalista que tanto pregona el aspirante a tirano, al parecer, nunca fue escuchada por sus familiares. Porque para ellos, ¡no hay reserva natural que valga! Les contaré como Petro, en su Bogotá ‘Inhumana’, además de sacar provecho de contratos a dedo como he venido mostrando en esta serie de columnas, también otorgó favores a familiares para construir en las reservas naturales de la ciudad.
Todo comienza con la empresa Praga Servicios Inmobiliarios S.A, la cual pertenece a la familia Alcocer y, para ese entonces, estaba construyendo un complejo habitacional de cinco torres con 94 apartamentos que como lo confirmó la Personería de Bogotá, estaban construidos 238 metros al interior de una zona de alto impacto ambiental del humedal de La Conejera.
Juan Carlos Alcocer García y María Teresa Alcocer García, hermanos de Verónica Alcocer García, la esposa de Petrosky, eran los accionistas mayoritarios y gestores de la constructora en cuestión. El proyecto fue nombrado como Reserva Fontanar, el cual, cínicamente, anunciaba como estrategia comercial su cercanía al humedal.
La licencia fue otorgada por un curador nombrado por Guillermo Alfonso Jaramillo, cuando fue alcalde mayor encargado durante una breve ausencia de su gran amigo y jefe político, Gustavo Petro. La licencia fue otorgada invadiendo el humedal y en contravía de múltiples denuncias de los vecinos de la zona y concejales de la capital.
Al regresar Petro de su licencia respondió las críticas por la construcción que estaban realizando sus familiares en el humedal, afirmando, por medio de un tweet, como si la cosa no fuera con él, que: “Si una sola construcción se ubica dentro de las áreas de humedales previamente definidas por normas que no hizo esta alcaldía, debe ser destruida.” ¡Qué cínico! Solo le faltó aclararle a los bogotanos que el proyecto de sus cuñados era la excepción y contaba con el apoyo de su Administración.
No obstante, los bogotanos se preguntarán, ¿Y nadie dijo nada? ¿La Secretaría de Ambiente no intervino? Resulta que esta entidad, así como el Acueducto de Bogotá, estaban en el bolsillo de Petro. La primera, estaba a cargo de su fiel escudera y compinche, la hoy concejal de Bogotá, Susana Muhammad, quien no dudó en salir a proteger a su ídolo marxista, inclusive, a costa de los humedales que tanto dice defender. Por otro lado, en el Acueducto, Petro tenía como gerente al primo segundo de su esposa, el señor Alberto Merlano Alcocer, quién sin sangre en la cara, se hizo también el de la vista gorda.
Al mejor estilo mafioso la vuelta estaba cuadrada. Curador de bolsillo, los entes de control sometidos y los terceros silenciados. Cabe preguntar, ¿los Alcocer le enseñaron a Petro o viceversa? Lo que sí queda claro, es que la perorata del medio ambiente y la moralidad pública se le acaba cuando los intereses familiares y la plática se dejan ver. ¿Queremos al señor de la bolsa de presidente?