Creería uno que, a estas alturas del siglo, tendríamos consenso: el socialismo no funciona, las estatizaciones fracasan, las burocracias incrementan la corrupción y ahogan al empresario. Pero no. Hace poco escuche dos peroratas: Petro que pregona una economía sin mercado y la Alcaldesa que propone otra empresa pública de transporte para Bogotá.
Confieso, alguna esperanza tuve al comienzo de la administración de Claudia. Aunque difiero con ella, respeto su carácter, tenacidad y capacidad comunicativa. Pero con la pandemia, y a medida que presenta sus proyectos, comienza a parecerse a Petro, ¡funesto antecesor! Impone su ideología a costa del bienestar de los bogotanos.
Dicho coloquialmente “A otro perro, con ese hueso”; en este caso, “A otro ‘Petro’, con el mismo hueso”. ¡He ahí el origen de ‘Petrina’!
¿Recuerdan ese fiasco de las basuras de Petro? De manera irresponsable e ilícita pretendió que el distrito recolectara, de la noche a la mañana, el 50% de los residuos; episodio oloroso en que perdimos miles de millones por una supuesta gesta ideológica para castigar operadores privados que, según él, eran ‘mafia paramilitar’ (como todo empresario para el honorable senador).
Ese desastre demostró el fracaso de estatizar servicios públicos en Colombia, pero encantó a Petro y ahora seduce a Petrina.
Colombia ofrece ejemplos de fracasados emprendimientos estatales: Empresa Distrital de Troles, liquidada en 1995; Las “escobitas” de EDIS, desaparecidas en 1993; Ferrocarriles Nacionales, liquidada en 1991, Colpuertos, cuya operación en Cartagena y Buenaventura aisló al país; o las pensiones que asfixiaron a Adpostal.
Con estos precedentes y las seguras complicaciones, escándalos y prebendas sindicales de la propuesta de Petrina, ¿por qué hacerlo?
Nuestro sistema de transporte no es ideal, ninguno lo es, pero funciona: vincula capital público y privado, esquema mixto que reduce desperdicio con eficiencia. Durante varias alcaldías de izquierda soportó desfinanciación intencional, falta de expansión y poca renovación de infraestructura. Tiene relativa eficiencia. Por eso me resulta imposible creer que la solución sea convertirlo en una burocracia gigantesca.
Bogotá pre y post pandemia, no soporta otra fallida estatización que, como la de Petro, genere décadas de retraso. No puede ser que para Petrina, quien pavonea su mentalidad renovadora, la única solución sea repetir lo que ha fallado. Su ego mesiánico marxista, cree que lo logrará con este argumento: no ha funcionado porque no se ha implementado correctamente.
Estatizar el transporte masivo no desplaza su necesidad de inversión y mejoramiento. Debemos reorganizar el SITP, fracaso concebido por el hoy recluso ex-alcalde Moreno e implementado en la Bogotá Humana; no logró interconexión del sistema, no redujo accidentalidad, ni mejoró el servicio, no alcanzó estabilidad financiera. Vendió la novedad de viejos motores diésel pintados de azul.
Dejemos de lado la nostalgia de no haber solucionado este problema, y abramos la oportunidad para hacer las cosas bien. No gastemos billones estatizando el sistema, sino invirtiendo en buses eléctricos, aumentando capacidad e infraestructura, reorganizando el SITP y creando vías nuevas. ¡Planifiquemos!, que mucha falta nos hace y que Marx nos perdone.