“El gran patrimonio de toda persona”
El 99% de los colombianos afirma que la familia es su valor supremo, según una encuesta de valores recientemente publicada. Es un dato interesantísimo, pues, aunque no es algo que no supiéramos, sí deja ver un profundo sentido de humanidad entre nosotros, aunque estemos un poco lejos de vivirlo plenamente.
Y ese sentido tiene que ver con la percepción y la comprensión de que esa pequeña comunidad llamada familia es como el gran patrimonio de toda persona, es su compañía, su punto de referencia, la causa de sus alegrías y también de sus tristezas. Es la afirmación tácita de que a nadie le interesa estar solo y mucho menos perder los vínculos afectivos más importantes. Es el reconocimiento de que pese a todo lo que sucede, muchas veces negativo y doloroso, la naturaleza y Dios han realizado una obra maestra al crear esa pequeña célula que sostiene la vida.
Este resultado tan alto en su valoración es todavía más llamativo cuando se mira con cuidado lo que realmente pasa en las familias colombianas. Se diría que en ellas hoy se presentan en simultáneo, como en las buenas películas, varias situaciones. Se da la familia “tradicional”, con sus clásicos componentes de papá, mamá e hijos; a veces esto está “complementado” con hijos nacidos fuera de la unión conyugal, sea esta religiosa, civil o de hecho. En casi todas las familias no faltan hoy en día las separaciones de algunos de sus miembros casados. También han tomado especial fuerza las segundas uniones y que algunos sintetizan en la frase “los tuyos, los míos y los nuestros”. Algunas familias están compuestas hoy solo por uno de los progenitores y los hijos. Y hay otros cuadros más en esta exposición. No obstante la variedad, todos hablan de familia, quieren sentirse familia y se presentan como familia.
Aunque pudiera dar la impresión de que entre nosotros la realidad de la familia está muy lejos de lo ideal y que más bien refleja un desbarajuste social acomodado de cualquier manera, en el fondo sí se descubre un anhelo profundo porque las cosas sean como deben ser. Seguramente nadie goza en la separación, en la infidelidad, en la falta del padre o la madre; nadie se casa para entrar en conflicto o para abandonar los hijos. Sin embargo, se presentan estas situaciones tan difíciles. Pero lo interesante es que casi la totalidad de los colombianos, aún con sus fallas protuberantes, intenta casi siempre tener familia a como dé lugar. Una lección de este esfuerzo continuo pro-familia debería ser tomado muy en serio por todas las instituciones del país para ayudarle a los ciudadanos a formar, conservar, fortalecer la vida familiar. Desde lo político, lo económico, lo religioso, desde la misma movilidad en las ciudades, desde la educación, desde lo recreativo, desde la misma arquitectura, todos deberían tener en mente la pregunta de cómo desde allí se favorece cuanto ayude a los ciudadanos a conservar su valor más preciado, que es la familia. Y lo que la destruya o ataque debe estar en la mira de todos para prender alarmas siempre.