Es el poético nombre de la nave que China recién ha enviado a Marte. Aprovechando el momentáneo acercamiento al planeta Tierra. Aun si de todos modos la distancia es de unos respetables 55 millones de kilómetros.
El efecto político de ese logro en la arena mundial es evidente. Y con ello “el Reino Medio” tal como se autonombra China, en su lenguaje lleno de imágenes y metáforas, quiere demostrar su serenidad en un horizonte, en el que vuelve a reinar la confusión, mientras ellos lucen su prodigioso avance de dominio tecnológico “en el Todo Bajo el Cielo”.
Y siempre pragmáticos buscan un acercamiento menos sideral al interior del planeta con la Unión Europea, la Organización Mundial de la Salud, la India y Latino America. En ese vacío que va dejando el retroceso internacional de Estados Unidos.
El fortalecimiento de alianzas es clave para una potencia que aspira a convertirse en Imperio, como lo demuestra la historia de alrededor de 70 imperios que ha conocido la humanidad. Si logra convencer a sus aliados de que es un bastión que salvaguardará sus intereses, habrá logrado su objetivo.
Aunque China, a diferencia de otros imperios, no tenía el menor interés de llevar su forma de pensar ni su cultura a otros pueblos. Más aún tenía estrictamente prohibido revelar su historia o enseñar su idioma a extranjeros “barbaros”.
Para ceñirnos a la actualidad, la forma como se enfrenta a la actual pandemia ciertamente no desacredita su sistema administrativo.
Por contraste Estados Unidos, pese a su avance tecnológico, demostró no tener un sistema de salud pública adecuado. Y que en ciertos aspectos claves se mostró inferior a países intermedios como Colombia.
La China en su faceta tecnológica convive con una extraña mezcla de veneración a su pasado y de respeto por los ancestros. Este sentimiento se encarnó en las enseñanzas de Confucio cuyo mensaje espiritual la unió, la cohesionó. Según varios lingüistas, gran parte del mensaje del líder revolucionario Mao tse tung giraba en torno a esas Analectas buscando que fuese aceptable a las diferentes etnias. Esa mimesis se dio no solo en sus discursos sino en la poesía y la prosa del jefe de la revolución de 1949, tan cuidadoso de su artística caligrafía, según recuerda Kissinger en su libro sobre China. Aunque, como es evidente, “El Gran Orden” de Confucio difiere del de Mao. Sobre esto Brecht aludiría en un poema “Una sola cosa demuestra mi amor por el Gran Orden, y es haberlo puesto en discusión muchas veces.”
Como la historia del pasado chino es cuatro veces milenaria, sus pragmáticos dirigentes toman esa venerable tradición como ventaja para actuar. Y el resultado es distinto al pragmatismo inmediatista de otras naciones sin ese bagaje. Ahora China revertirá a Hong Kong a su propio sistema, ajeno a los derechos individuales. Lo hará sin olvidar como se la arrebató Inglaterra durante las humillantes guerras del Opio. Y mientras tanto ante el futuro incierto envía a Marte, “Preguntas al Cielo”.