Naciones Unidas ha proclamado una serie de principios a favor del niño. Se pueden sintetizar así: El niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes, como después del nacimiento. La humanidad debe al niño lo mejor que puede darle. Por esto debe procurarse que su infancia sea feliz, para que pueda gozar, en su propio bien, y en bien de la sociedad.
Las normas a favor del niño, según las Naciones Unidas, se orientan a que los infantes obtengan permanentemente la mejor protección, y dispongan de todos los servicios para desarrollarse plenamente en el campo espiritual y físico, en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad.
El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados. El niño -principio V- física o mentalmente impedido, o que sufra algún impedimento social debe recibir el tratamiento, la educación y el cuidado especiales que requiere su caso particular. El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres, y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material; salvo circunstancias especiales no deberá separarse al niño de corta edad de su madre. La sociedad y las autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia. Para el mantenimiento de los hijos de familias numerosas conviene conceder subsidios estatales o de otra índole”.
Conmovedora la anterior literatura, pero no pasa de ser letra muerta. En Colombia, a causa de la desnutrición mueren cuatro niños cada hora, 96 diarios, y 36.000 anualmente. Un informe del Ministerio de Salud afirma que “si el estado nutricional de los adultos es serio, el de los lactantes y pre-escolares es grave”. El doctor Roberto Rueda Williamson, profesor asistente de la Escuela de Salud Pública, ante el primer Congreso Nacional de Alimentación, sostuvo lo que sigue: “En la población civil examinada de 0 a 4 años de edad, se encontraron en el momento del examen casos clínicos de desnutrición avanzada en el 2,2 por ciento, diarreas en el 24% y afecciones broncopulmonares en el 22 al 24%”. Por esto un altísimo porcentaje de nuestros niños ofrecen desnutrición subclínica y latente, presentando síntomas específicos como apatía, irritabilidad y problemas de conducta inadecuada, atención dispersa, escaso rendimiento escolar, falta de ánimo y de interés por el estudio, por los juegos y en general por toda actividad que represente un mayor esfuerzo mental o físico.
De aquí resulta la poca capacidad de rendimiento de nuestros artesanos y campesinos, frente al gran coeficiente de productividad del trabajador americano o europeo. Y como la desnutrición se prolonga en nuestros niños a través de toda su vida, pese a que cuando son adultos requieren mejor nutrición por la fuerza de trabajo que se les exige.