El mundo está ad portas de una nueva revolución, la automatización. Se habla de que será la cuarta de una serie que se inició con la revolución agrícola, la industrial y la de la información. Las anteriores tres cambiaban la manera como se ejecutaba el trabajo de los hombres, la cuarta transformará quien hace las labores.
El cambio amenaza más del 40% de los trabajos del mundo. No es claro la forma cómo se transformará el mundo. Sin embargo, sabemos que será inevitable, pues los costos son inferiores aun cuando la máquina se demore más en realizar las tareas. Amazon, por ejemplo, emplea ya una cifra cercana a 45 mil robots.
Un país como Colombia, en vía de desarrollo, tiene que cumplir la tarea de actualizar nuestra juventud para que pueda dar el salto desde la orilla en la que estamos. Eso requiere una revolución educativa, para lo cual son necesarios más recursos. Por eso, propuse que discutamos la posibilidad de una financiación contingente al ingreso, es decir, aportes porcentuales del salario de los egresados.
Tales programas han sido exitosos en varios países del mundo. En Australia los estudiantes de la universidad pagan una tasa efectiva que depende de su salario. Estas tasas inician desde pagar un 0% si el salario al graduarse es menor a los 54.869 dólares hasta el 8% si es mayor a los 101.900 dólares. Se estima que el 20% del valor total de las matrículas es financiado al final por el Estado.
En Inglaterra existe otro modelo. La matrícula no debe ser mayor de 9.000 libras esterlinas, y la tasa efectiva sobre el salario siempre es del 9%. No se cancela cuota mensual si el salario del egresado es menor a las 21.000 libras por año. Después de 30 años, cualquier deuda pendiente queda saldada.
En Colombia, la Universidad de los Andes creó el programa “Quiero Estudiar- a escala”, mediante el cual los estudiantes con excelentes resultados académicos pueden acceder a la universidad y tienen el compromiso voluntario de aportar el 20% de su salario por el doble del tiempo que estudiaron. Con ello la universidad recupera entre el 60 %y el 70%.
Podríamos pensar en un porcentaje del salario de los egresados, siempre que sobrepase un básico, como aporte a la mejora de la educación y la ampliación de la cobertura. Esto nos abriría las puertas para transformar la educación pública. No se trata de quitarle la calidad del derecho a la educación, sino de realizar un aporte, tal como se realiza hoy en día en salud, vía contributivo, o en infraestructura, vía peajes. Tampoco podemos seguir confundiendo el costo de la educación con el precio de la matrícula de las universidades públicas. Por ejemplo, según la rectora Montoya, de la Universidad Nacional, en matrícula un estudiante de su universidad cancela en promedio 900 mil pesos por semestre, cuando el costo real es de cerca de 9 millones.
El porte podría ser un porcentaje bajo, por un tiempo largo, y esto lograría recuperar el 50% de los costos, lo que nos daría la posibilidad de doblar los recursos de la educación superior. Además, permitiría que los egresados sean responsables de la educación de la siguiente generación; una especie de pirámide de virtud.
La cuestión es que los colombianos que pagan impuestos tienen una tarifa excesiva, pero pocos colombianos contribuyen a consolidar el patrimonio público. Los aportes, que incluso pueden ser voluntarios, ayudarían a hacer sostenible el sistema. Entre más ciudadanos contribuyan, más dinero habrá y, sobre todo, más certeza de que es de todos. Nuestro futuro lo construimos nosotros mismos.