Con relación a los últimos acontecimientos de orden público en el país parece que hemos terminado en el peor de los mundos: los dirigentes del paro nacional creen haberlo ganado todo y el gobierno considera, a su vez, que no ha perdido nada. Y como telón de fondo todo parece reducirse a una cuestión de semántica, para los primeros se trata de "negociaciones" mientras que los segundos estiman que sólo son "conversaciones". Más que una confrontación es un verdadero pulso de poder. En todo caso esa espiral de descontento colectivo terminó en una serie de actos vandálicos.
En todo caso las principales ciudades del país, pero en especial Bogotá y Cali, se vieron muy convulsionadas. Por una sumatoria de insatisfacciones que van desde la reforma educativa hasta la pensional, las marchas se volvieron intransigentes. Es evidente que todas las frustraciones individuales y colectivas salen a flor de piel con excusas de este tipo pero lo que es peor, como solía comentarlo el doctor Álvaro Gómez Hurtado "Cada quien se va a una esquina a rumiar su descontento".
Pero en el fondo lo que existe es una gran insolidaridad social que atenta contra la convivencia ciudadana. Muy propio de no pocas culturas, no solo las subdesarrolladas. Precisamente la cualidad singular del desarrollo es tener metas comunes como propósitos nacionales. Infortunadamente en Colombia muy pocas motivaciones concitan las voluntades populares. Quizás nuestra selección de fútbol. El regionalismo muchas veces es el gran culpable de que nos mantengamos tan desvertebrados.
Debemos preocuparnos más por buscar afinidades y puntos de convergencia, dejando de lado las diferencias y los desencuentros. Somos un verdadero crisol de razas, cada cual mas bravía y pujante, pero debemos darnos cuenta que debemos buscar afanosamente esa identidad común. Especialmente ahora que vivimos épocas difíciles de postconflicto. Busquemos construir sobre lo construido y ser cada día más tolerantes. Y el responsable de motivarnos debe ser el presidente Duque quién, en no pocas ocasiones, parece poco comprometido.
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Buen empeño gubernamental el tratar de reducir la "tramitología". Si actualmente nuestro Estado y todas sus dependencias oficiales, a cualquier nivel, sufre de dinosaurismo, es muy oportuno el afán por reducir tanto papeleo inútil y tanta traba innecesaria. Muy bueno que las autoridades dejen de exigir al maltratado ciudadano, información que ya reposa en sus bases de datos. El decreto ley "anti trámites" nos va a permitir que todas las notarías puedan emitir actos y escrituras públicas totalmente digitalizadas. Bien por la modernidad.
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