Lamento no haber podido conocer en persona al maestro Fernando Botero, tamaño pintor y escultor, gran amante de los toros, a los que dedicó varias apoteósicas “corridas de cuadros” (para furia eterna de los animalistas y para gloria de los ya desaparecidos periodistas Álvaro Gómez, Hernando Santos, Alfredo Molano, Antonio Caballero e Iván Parra); pero también engalanó con su pincel maestro una partida de fútbol de niños y, en honor del heroico ciclista marinillo, 5 veces campeón de nuestra Vuelta, en 1959 rubricó su cuadro “La Apoteosis de Ramón Hoyos”, gigante obra de 1.72 metros de alto por 3.14 de ancho. La misma que cayó en manos de don “Roberto Hurtado Robayo” en Bogotá, y tanto la quería, que debió pagar una suma bien “gorda”, 3 mil dólares, para rescatarla y ponerla a buen recaudo, hoy colgada cuesta arriba en el Museo de Copenhague, Dinamarca, luego de sobrevivir caídas y “rasponazos” en giros, vueltas y tours por toda Europa.
Artista y ciclista resultaron coincidir en cuna paisa (Medallo - Marinilla) y en el año de su nacimiento: 1932. El primero se tragó, a punta de pincel y cincel, el mundo entero, mientras el segundo, encaramado en su caballito de acero, se tragó todos los caminos, trochas y carreteras de mentiras de esta agreste topografía colombiana y cuentan que, al llegar a cada meta, triunfante, se iba al hotel, se duchaba, se refrescaba, y regresaba a la misma línea para ver llegar al segundo competidor. Y me encantó la anécdota aquélla de que los mercados de carne fresca que salían de la carnicería La Bandera Blanca, en Medellín, con destino a la casa del maestro, los llevaba un chico en bicicleta, “a las volandas”, ni más ni menos que el mismo glorioso Ramón Hoyos (qepd). Par de monstruos paisas. Que Dios los guarde en palco de honor.
Post-it. Todavía no damos credibilidad a la noticia de esta semana. Pero, de ser cierta, de qué material puede estar hecho un joven, estudiante No. 1 de su promoción escolar en ciudad de México para, en medio de un arrebato de celos, asesinar a su exnovia, quien le seguía en notas (pero que ya no le seguía el ritmo cardiaco del juego del amor). Artero golpe a una chica inocente, quien empezaba sus estudios de medicina, añorando ser cardióloga, seguramente para curar en futuro a pacientes crónicos, como aquél.
Sería interesante estudiar y comprender la sicología particular del presunto victimario, para conocer su estado de enajenación mental y los móviles o motivos determinantes de su conducta típica, antijurídica y culpable que lo condujeron al brutal feminicidio de Ana María. Arrancaste una vida, asfixiaste una carrera, acabaste con una familia entera. De pronto, en el curso de los próximos 40 años que pases dentro del penal puedas pedir perdón a Dios y a la sociedad por tu conducta y luego puedas llegar a disfrutar en libertad el resto de tiempo de vida que te quede, rumiando eternamente tu desdicha. ¡Qué mala nota!
Post-it 2. La de Hernando Yepes Arcila, muy lamentable pérdida para el derecho, la academia y el Partido Conservador; a más de contertulio espléndido, el ilustre genovés, primo de Omar Yepes, fue Ministro del Trabajo, Constituyente, Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, diplomático, y todo lo hizo con notas de excelencia. Dios lo guarde en su estrado principal del azul infinito.