Con la tesis de que perder es ganar un poco, en contra de lo definido por el señor presidente Juan Manuel Santos, otra vez estamos en la Corte Internacional de Justicia presentando contra memoria en respuesta a la demanda de Nicaragua por incumplimiento de la sentencia de noviembre del 2012, probaremos que no hemos violado ni perjudicado los derechos de ese país e insistiremos en la integralidad del archipiélago.
Había entendido que buscaríamos directamente con Nicaragua y los Estados del área el desarrollo de una gran política internacional, la suscripción de Tratados de delimitación marítima, conservación del medio ambiente, protección de la reserva de “Sea Flower.”, reafirmación de los derechos de los compatriotas isleños, sin embargo seguimos apegados a lo accidental.
Con espejo retrovisor la señora María Ángela Holguín justifica la presencia en La Haya, con elogio de los errores cometidos. Así ese Tribunal reconozca que Colombia no ha agredido a Nicaragua nada vamos a sacar aceptando de manera indirecta que haya decisión “Salomónica” en la otra demanda, la de extensión de la plataforma continental a más de 200 millas.
Craso error discutir donde no corresponde puntos secundarios y presentarlos como trascendentales, sometiéndonos a una jurisdicción inaplicable. No hemos agredido a Nicaragua pero demostrarlo no resuelve la parcelación del mar, es insistir en la mala política, continuar con el lenguaje encriptado, eludir el debate en el Congreso, desconocer decisiones de Estado, convalidar actos ilícitos internacionales desde cuando en 1980 la Junta Sandinista declaró “nulo” el Tratado Esguerra Bárcenas.
Permitimos que se fallara a favor lo referente a la soberanía en San Andrés y Providencia y en contra respecto del mar, enredamos el meridiano 82 entre memorandos, apegados a sofismas de distracción de unos pocos “sabios” y restringiendo la participación ciudadana.
He pedido que el país conozca una posición sólida, comunicada al gobierno de Nicaragua con franqueza, tendiente a resolver diferencias bilaterales y multilaterales pero ello resulta imposible si la palabra del primer mandatario carece de valor. La responsabilidad constitucional es nítida, no sobra la advertencia de que cualquier pronunciamiento que implique modificación de límites, sin acuerdo entre partes, también quedará en el aire y será inejecutable, así acuciosos juristas y asesores insistan en la supremacía del Derecho Internacional, en desconocer lo consignado en la Carta.
Se agota el tiempo de la señora Canciller, quedamos notificados de que regresamos a la Haya para explicar que no agredimos a Nicaragua, imprudente y costosa gestión, la de pedir un mini proceso sin tocar el fondo. Las contradicciones se incrementan, nos come el tigre. ¡Pobre Colombia!