RADAMÉS BARCA | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Mayo de 2013

Lucha permanente

 

En  algunos países la supervivencia de la democracia depende del valor y la osadía de quienes la defienden. En América Latina la irrupción del populismo ha debilitado la noción de lo que es en verdad el libre examen, la controversia, el derecho a disentir. La prensa, baluarte de la libertad, está siendo acosada, las presiones de los gobernantes que no aceptan críticas aumentan, de diferentes maneras, normas contra la autonomía para expresarse, restricciones a la publicidad oficial a medios que no son afectos al gobierno; es la asfixia económica que también se materializa en multas exorbitantes para arruinarlos.

Preservar la democracia exige una labor diaria frente a los peligros que la acechan. Como es un sistema que permite ejercer sin cortapisas proselitismo, políticos o no políticos aprovechan para promover su discurso, no pocos han logrado llegar al poder y una vez allí, empiezan a desmontar las libertades y a destruir los fundamentos que paradójicamente les permitieron el triunfo. Se ha visto en Latinoamérica con gobiernos cuyos jefes de Estado dictan constituciones, defenestran a los legisladores y crean asambleas de bolsillo, cooptan la justicia y, claro, manipulan las normas para seguir en el poder.

La lucha porque la democracia se consolide y perviva en algunas partes exige grandes sacrificios. Quizá naciones que estuvieron sometidas al yugo soviético y ahora pueden elegir libremente a sus gobernantes si aprecian en su verdadera dimensión el privilegio de la libertad.

En ciertas partes del mundo quienes quieren vivir bajo condiciones de autonomía sin mordazas a la prensa y escoger a sus mandatarios y legisladores de forma espontánea exponen la vida para lograrlo. En Pakistán la campaña electoral que culminó en las elecciones del sábado fue una de las más sangrientas registradas en ese país asiático. Más de un centenar de personas perdieron la vida. En esa nación la violencia por cuestiones religiosas, partidistas y por acción de grupos radicales como los talibanes, es de rutina. Se recuerda el asesinato de la exprimera ministra Benazir Bhutto. A pesar de las amenazas de los talibanes la gente votó. El exprimer ministro Nawaz Sharif  fue el triunfador, aunque no logró mayoría simple. Se requerirá de coaliciones. Fue este un proceso electoral lleno de zozobra y temor provocado por grupos que tratan de imponer regímenes teocráticos. Los ataques de los extremistas no solamente fueron contra los partidarios de la civilidad, sino contra los mismos religiosos moderados.