RAFAEL DE BRIGARD MERCHÁN, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 25 de Septiembre de 2011

El carro más importante
La  carretera que conduce al pueblo, un pueblo infeliz de Cundinamarca, es un desastre, acentuado con la llovedera de la última temporada de aguaceros. No tiene más curvas porque es imposible y porque seguramente su trazado lo hicieron las mulas de carga. Se hunde una y otra vez en una tierra que parece no soportarse más a sí misma. Transcurre esta vía en medio de unas veredas polvorientas, deforestadas a punta de cultivos de caña de azúcar, y con la maleza invadiéndolo todo. Las corrientes de agua apenas son visibles ahora que el sol se hace implacable.
El pueblo, cuando aparece a la vista, no produce sensación diferente a la que hoy suscitan la mayoría de los pueblos de Cundinamarca: feos, desaliñados, sin progresos visibles dignos del siglo que corre.  Tiendas desabastecidas, cantinas por docenas, calles estrechas. A este poblado le pasaron en la reciente temporada invernal, literalmente, dos ríos por encima. Barro y mugre son el sello indeleble de la naturaleza que recupera los espacios que le pertenecen. Habiendo bajado la avalancha queda al descubierto, más que en otras ocasiones, la pobreza y la simpleza con que vive mucha gente en Colombia.
Y, sin embargo, meses después de la tragedia algo no ha cambiado: el carro más importante en el pueblo es el que lleva la cerveza y transporta de vuelta los envases vacíos. A este carro, que realmente es un gran camión, se le abre prioritariamente la carretera en cualquier condición, bajo cualquier clima, lloviendo o haciendo sol. Y, con envidiable disciplina, este camión, que para el caso es como un tanque de guerra, cada semana lleva la munición que embrutece cuerpo y alma y aún con más celo retorna con millones de pesos a las factorías de la cerveza. Otro modo de saquear a los pobres colombianos, aunque en este caso no tan inocentes.
Poco se habla y escribe acerca de la mentalidad que nos domina como nación o, mejor, como pueblo. Mientras Gobierno y particulares vuelan y revuelan para rescatar villorrios de la miseria a causa de la fuerza de la naturaleza, allá en esos pueblos hay cosas que nadie está pensando en cambiar como, por ejemplo, el uso de millones de pesos en consumo de licor. No importa si la escuela se derrumbó, si el colegio se anegó, si hay gentes viviendo bajo enramadas. Mientras el carro de la cerveza siga siendo lo más importante de un pueblo (¿de una nación?) tal vez convenga ser moderado en sueños bellos acerca del futuro.