RAFAEL DE BRIGARD MERCHÁN, PBRO. | El Nuevo Siglo
Viernes, 5 de Agosto de 2011

17.000 muertos


“Cifra lamentable que desde hace años se publica en Colombia”


EN  la semana que concluye, Medicina Legal ha comunicado la cifra más lamentable que desde hace muchos años se publica en Colombia y es la que informa sobre los homicidios anuales en el país. El año pasado fueron un poco más de 17.000. ¡Y eso que hemos mejorado! Y la gran mayoría de estos muertos no fueron causados por la subversión, sino en su inmensa mayoría por la muy arraigada costumbre de matar que existe en buena parte de la población que habita esta nación. Seamos más precisos: en muchos existe la convicción de que los problemas graves se arreglan acabando con el otro; en muchísimos existe una ideología de muerte y aquí entra sobre todo mucha gente “culta” que “piensa” que matar es parte del sistema social y por eso lo promueven a través de leyes, de modos de financiación, de cierta cultura editorial, de modelos de educación, etc.


La parte aún más dramática de este tema es que, no obstante la millonada de muertos que están tendidos en las tierras colombianas, sigue habiendo un gran entusiasmo por todo lo que pueda seguir acrecentando ese número. Es como una obsesión loca. Muchas personas siguen creyendo que la mejor manera de defenderse es matando, no protegiéndose con la ley. Otras piensan que riqueza y dominio tienen en el asesinato su mejor método. Miles, también, ven en la muerte de los no natos una forma de eludir responsabilidades y problemas, como la ven también en la muerte provocada de pacientes sin curación a la vista. Y a veces personas revestidas de autoridad aplican la muerte a quienes reinciden constantemente contra la ley. Un verdadero instinto asesino sin rienda ni freno.


A veces me imagino una campaña nacional, que toque personas e instituciones y que diga: “No matamos a nadie por ningún motivo”. Sin embargo, hay mucha tibieza en este propósito. Es dificilísimo encontrar a alguien que en Colombia piense que nunca hay que matar a nadie. Pues mientras esta sea la mentalidad dominante, expresada en forma explícita o como ideología implícita, estamos muy lejos de merecer otra situación.


Como quiera que sea, las víctimas de esta masacre silenciosa colombiana, realmente un holocausto, no se han ido sin dejar heridas abiertas en el alma de personas, familias, comunidades, ciudades y campos. Cada gota de su sangre es regadío para más venganzas y nuevas violencias. El mandamiento es taxativo: “No matar”. Sin puntos intermedios porque allí anida el homicida.