RAFAEL DE BRIGARD, PBRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Noviembre de 2012

Narciso, el personaje

Detrás  de muchas de las situaciones que caracterizan al hombre y a la mujer de nuestro tiempo se ha instalado un innegable rasgo de narcisismo. Este tipo sicológico se hace visible como una fuerte tendencia aparente a quererse en exceso a sí mismo y como una incapacidad  para establecer relaciones profundas y duraderas con los demás. El típico narciso no es culpable de su modo de estar en el mundo, sino que es más bien un producto muy elaborado de la sociedad contemporánea que, en sus delirios, ha producido, según palabra de un prelado español, “una emergencia afectiva”. Que el narcisismo no es sino una falsa solución a un problema real: el desafecto en que han nacido y crecido millones de personas de hoy.

Sin que llegue a ser una explicación total, pero sí una luz de comprensión, el ser humano que un día se encuentra incapaz de salir de sí mismo, empieza a recorrer un largo camino plagado de fracasos  y vacíos.  Si no tiene cómo crear vínculos sólidos y duraderos, su horizonte para hacer vida de pareja se presenta lleno de nubarrones. Si su más apetecido punto de llegada es él mismo, gastará todas sus energías en eso, dando siempre al otro poca e instrumental importancia. Si no está en capacidad de conocer y aceptar a su prójimo como es, su búsqueda de complemento siempre será conflictiva y frágil, untada hasta el codo de espíritu dominante.  En fin, el itinerario narcisista labra con finura el sarcófago de la soledad completa, ya descrita en la sinfonía que tiene coros.

Y cuando el narciso sale a la calle y asume responsabilidades el panorama no es menos desolador. Hará hasta lo imposible por llevar todas las aguas a su molino y no tendrá inconveniente en hacer morir de sed a sus vecinos con este propósito. Ocupa con frecuencia esta especie el mando de muchas instancias sociales, siempre con nefastas consecuencias para él y para quienes han de soportarlo u obedecerlo. No obstante, habrá que recordar en el juicio que él no se hizo así, sino que así lo hicieron o más bien criaron. Todo esto para afirmar que en gran medida los enormes tropiezos de la humanidad actual en el ámbito individual y social pueden no ser sino una consecuencia lógica de un fracaso en la capacidad de amar. Menos derechos y más amor podría ser un eslogan para crear un mundo mejor.