RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Mayo de 2013

Mucha plata en este contexto

 

La  decisión de la Corte Constitucional de ponerle un límite al monto que el Estado paga por pensiones es un hecho interesante a favor de la equidad. Dentro del sistema capitalista, aunque existe la posibilidad de que todos ganen, también se da la tendencia de que a la larga unos pocos ganen mucho -porque plata llama plata-  y la mayoría más bien poco.

Actos como el de la Corte dejan asomar al menos por un instante el concepto de equidad que debería siempre estar presente en el esquema económico de una sociedad democrática. Lógicamente que a los que les quitaron algo de su tajada les debe doler, pero de hambre no se van a morir y en nuestro contexto esas millonadas escandalizan.

El Evangelio les da duro a los ricos y dice que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico llegue al reino de Dios. Tal vez lo que le molesta al Evangelio no es que existan ricos, sino el asunto de la distribución muy inequitativa de la riqueza. Los economistas se devanan los sesos proponiendo mecanismos para que la riqueza fluya por todo el cuerpo social, pero la realidad es dura de modelar. Las grandes diferencias en nivel local, dígase una empresa, una institución, una familia, se pueden solucionar sin economistas de por medio. La sola conciencia de que la riqueza, poca o mucha, se construye con el trabajo de todos los allí presentes, desde el portero hasta el presidente debería ser suficiente para que en ese ámbito concreto se haga realidad una mayor equidad. Es un escándalo que la señora de los tintos gane 5, 10, 20, 30, 40 o menos veces de aquel al cual todos los días le presta ese humilde servicio. Ahí, no en otra parte, es donde hay que empezar a romper esas diferencias abismales y aberrantes. Que uno no gane tanto y otro gane decentemente.

Esto de meterse con la plata de la gente que es rica es aventura arriesgada y hasta impertinente pues cada cual haría con su plata lo de su antojo. Pero no sobra insistir para que ojalá sin tanto discurso y sin necesidad de grupos armados ni sentencias, ni reformas tributarias, los que más tienen aflojen un poco de su opulencia para que otros vivan, no más o menos bien, sino siempre bien. No es más el asunto.