RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Febrero de 2014

LLAMADO A LA SOBRIEDAD

Fastuosidad religiosa hoy

Entre  los muchos signos hechos por el Papa Francisco, uno de los que más ha llamado la atención ha sido el de prescindir de cierta pompa en sus presentaciones, tanto litúrgicas como de otro orden. Y se ve bien y atrae a todos, incluso a los que viven despotricando del Vaticano. También ha llamado a relación a unos cuantos clérigos que retozaban más como príncipes que como apóstoles de Jesucristo.

Es la recuperación de la sencillez como estilo de vida y como modo respetuoso de presentarse ante los demás, pues el fasto con frecuencia hiere la sensibilidad de los pobres, más si viene de un predicador del Evangelio.

Este tema de acabar la fastuosidad en lo religioso también se podría extender como tarea a la forma como muchas personas celebran los acontecimientos religiosos de sus vidas. Me refiero al ornato exagerado y al gasto desbordado que con frecuencia se da con ocasión de bautizos, primeras comuniones, matrimonios y aun celebraciones exequiales. Vestidos exuberantes en forma y precio, alimentos y bebidas sin medida, fiestas interminables con grupos musicales de costos millonarios, flores por millones, etc., suelen constituir la parte más visible de no pocas fiestas que acompañan o siguen a las celebraciones litúrgicas. Como quien dice: que el llamado o la exigencia a la sencillez y a la sobriedad no recaiga solo sobre el Papa y el clero, sino sobre todo el que se sienta relacionado vitalmente con Cristo.

Una solución amable para este tema puede ser la de convertir los acontecimientos religiosos en ocasiones apropiadas para hacer algo por los pobres, y en general los convidados y familiares de estas celebraciones suelen estar dispuestos a hacer algo por los demás,  dada la circunstancia festiva del momento.

Nadie sugiere no celebrar los momentos solemnes de la vida. Pero si la sobriedad fuera mayor y la generosidad también, se darían dos celebraciones: la de quien recibe un don espiritual de Dios y la de quien lo recibe materialmente. “Me dañó el negocio de los vestidos de primera comunión” me reclamó alguna vez una diseñadora. El problema es que en ninguna parte está escrito que lo religioso deba originar negocios. Y esa es una crítica muy frecuente al clero, que habría que extenderla a los que viven de lo religioso. Como quiera que sea, cada vez es más claro que quien hoy tira piedras con base en los signos de Francisco, obispo de Roma, cuídese de que en primer lugar no le caigan encima a él mismo.