RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 23 de Marzo de 2014

Arquidiócesis de Bogotá

Mañana,  24 de marzo de 2014, en la Plaza de Bolívar y en solemne eucaristía presidida por el arzobispo de Bogotá, cardenal Rubén Salazar Gómez, la Arquidiócesis de Bogotá celebra los 450 años de haber sido creada. Cuatro siglos y medio, ni más ni menos. El Seminario Mayor de la Arquidiócesis también es longevo, como que fue fundado en 1581, siguiendo las instrucciones del Concilio de Trento, razón por la cual se le llama “Conciliar” y está bajo el patrocinio de San José. Y también son de edad de varios siglos instituciones de la Iglesia en Bogotá como la Universidad de Santo Tomás, el Colegio Mayor del Rosario, la Javeriana en sus orígenes, etc.  Y también de varios siglos misionando en esta iglesia particular son las grandes congregaciones religiosas: los jesuitas, los franciscanos, los dominicos, los agustinos y otras más.

Realmente es admirable el camino de la Iglesia en Bogotá y las huellas de su accionar espiritual y pastoral están por doquier. Aunque ahora la ciudad está dividida en cuatro jurisdicciones eclesiásticas, ella engendró más de cuatrocientas parroquias hasta el día de hoy, innumerables obras de educación y de caridad, ha sido cuna de un clero notable en la vida de la República, entre los cuales muchos obispos, arzobispos y cardenales que han dado brillo a iglesias diocesanas a lo largo y ancho del país. Es la Arquidiócesis también depositaria de un legado cultural, especialmente pictórico, que está esperando el día en que se cree el museo de arte religioso de la misma Arquidiócesis para que obras extraordinarias pasen de las bodegas a las salas de la cultura.

Una característica que atraviesa estos 450 años de historia: trabajo misionero nunca interrumpido. Ni en la paz ni en la guerra. Tampoco en la abundancia y mucho menos en el despojo, tan caro a nuestros políticos. No se ha detenido ni en las épocas radicales ni en las más avejentadas. No ha habido descanso ni antes ni después de los incendios de la Curia y la Nunciatura. Todo se ha vuelto a levantar. No ha habido tiempo para lamentos por la llegada de otros credos, sino mayor estímulo. Nuestros templos siguen abarrotados de fieles, nuestro clero no da abasto, los católicos de Bogotá viven muy orgullosos de serlo. No es para menos pues se trata de una obra que se aproxima a su quinto siglo (¡500 años!) y que como dice un eslogan “sigue tan campante”. Nos felicitamos de ser parte de la Arquidiócesis de Bogotá, porción muy viva de la Iglesia de Cristo, sita en bella sabana, ideal para nacer y para morir.