RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Abril de 2014

Lo espiritual

 

A  muchos les puede parecer un poco exótico que exista algo así como una “semana santa”, al menos de nombre. Y tal vez tengan razón en que esta expresión no concuerda mucho con lo que en general sucede en estos días, al menos en ciertos ambientes. Por eso es interesante presentar la Semana Santa, los días santos, más que como un hecho cumplido, como una provocación espiritual. Como una invitación a ejercitarse en lo espiritual, cosa que en el ambiente actual puede tener el encanto de lo enriquecedoramente distinto y resultar en una ganancia muy importante para cada persona.

Lo espiritual: esa capacidad que ha sido dada a los seres humanos para ensanchar su horizonte de vida y encontrar allí el sentido de la existencia, la razón de ser de todo lo que se hace y por lo que se lucha en aras de darle plenitud  a la vida. Lo espiritual hace referencia a Dios, a ese Dios que por ser amor se ha volcado en misericordia sobre la humanidad y que de esta manera se ha puesto a nuestro alcance. Para eso sirve lo espiritual, para entrar en relación personal con el Dios que es tres veces persona sin dejar de ser uno. Y si persona es por tanto amable y capaz de amar, es afable y por lo mismo Palabra audible. Lo espiritual nos hace capaces de Dios, de participar de su naturaleza y también de sus consuelos. Así, lo espiritual nos hace mucho más hondos y profundos que nosotros mismos.

Días llamados santos para que todo el que cree se alimente especialmente en las fuentes que Dios ha puesto a nuestro alcance. Son una especie de reto y provocación para entrar en esa dimensión de la trascendencia con medios muy concretos: el silencio, la oración personal y de comunidad, la escucha de La Palabra, la comunión con Dios, la fe que es capaz de llenar el corazón, los signos sagrados, la liturgia de la Iglesia, la caridad acentuada, etc. Si para enormes multitudes la llamada Semana Santa es tiempo de fuga a la locura de la relajación, según las agencias de viaje, para el creyente es también tiempo para un viaje al interior de su ser en busca del Ser que todo lo llena. Esto es lo que diferencia a los seres humanos: los que son y los que no son espirituales. La carne y el espíritu, dice el Apóstol.