¿Matrimonio o personas en crisis?
Las estadísticas notariales colombianas indican que el 20% de los matrimonios celebrados civilmente se disuelve cada año. No hay dato de la ruptura del matrimonio religioso, pero la cifra también es alta. A primera vista la conclusión sería: el matrimonio está en crisis y de pronto en vía de desuso. Pero el análisis debe ser más cuidadoso. El matrimonio, y en general la vida de pareja, más que actos jurídicos o planes fríamente calculados, son una necesidad humana natural que se podría sintetizar diciendo que el ser humano busca constitutivamente compañía y ésta en forma permanente. Por tal razón es que sigue habiendo miles de matrimonios y por la misma razón siguen uniéndose de diversas formas hombres y mujeres. Casi que más que un acto solo de voluntad, la vida de pareja es un llamado que la naturaleza tiene inscrito en lo profundo del ser humano. De ahí que los solteros y las solteras entre la gente adulta y mayor sean apenas una ínfima parte de la sociedad.
Creo que el análisis ante la creciente ruptura de la vida de pareja (que, sin embargo, luego vuelve a darse con otra persona) es ante todo una crisis de personas. Aún no son claras las razones, pero es evidente que muchos hombres y mujeres de las recientes décadas no saben cómo ubicarse en la vida a nivel afectivo, emocional, aunque sean magníficos ejemplares en el orden funcional, laboral y de relaciones puntuales. Algunos han aventurado la hipótesis, no tan descabellada, de que el mundo moderno ha engendrado un ser narcisista, sin más horizonte real y deseado que el amor y admiración por sí mismo o sí misma. Lógicamente, cuando este ser entra en una relación de entrega total, de compartir, de sacrificarse, de asumir compromisos por otras personas, se le suscita una profunda crisis pues no está “entrenado” sino para cuidarse a sí mismo y el otro se convierte en el fin de su supuesta libertad.
Tal vez la conclusión más apropiada ante la ruptura numerosa de la vida de pareja pudiera ser que el proyecto del superhombre y la supermujer, ambos autosuficientes por siempre, se está cayendo como las murallas de Jericó. Hora, quizás, de plantear un nuevo, pero muy viejo discurso, que recupere ese fresco magnífico que hay oculto en el corazón humano, pero que se encuentra cubierto de toscos esmaltes narcisistas que han terminado por ahogar a miles de personas en la soledad y la depresión. Y, sí, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre porque el valle de lágrimas es amargo.