RAFAEL NIETO NAVIA | El Nuevo Siglo
Martes, 10 de Enero de 2012

 

Infraestructura

 

Se habla sobre los problemas de infraestructura que tenemos para poder afrontar los retos de los TLC existentes y futuros si algún día se concretan. Mejor añoremos las épocas del tren de vapor, obra de titanes iniciada hacia 1850 con el ferrocarril trans-ístmico, cuya decadencia empezó en 1966, una época de bárbaros en la que se sustituyeron los trenes de vapor (en casi todas las estaciones se conseguía el carbón y el agua) por unas flamantes locomotoras diesel eléctricas que funcionaban con combustible importado. Se requerían hasta tres locomotoras para subir de Girardot a Bogotá. En 1988 una ley ordenó recuperar el sistema férreo nacional y unos decretos del presidente Barco liquidaron los Ferrocarriles Nacionales y crearon Ferrovías, que también fue liquidada recientemente (2007). El ferrocarril del Atlántico de casi mil kilómetros, inaugurado por Alberto Lleras en 1961, tuvo muy poco uso y feneció con el resto de las líneas.

En el área de la Sabana solamente subsiste un tren turístico que funciona los feriados y la antigua línea del nordeste hasta Paz del Río. Se discute sobre el Tren de Cercanías (que existe en las grandes capitales del mundo). En la Sabana hubo trenes que llegaban hasta Facatativá, Nemocón, Suesca, San Miguel y Usme.

Como se habla –otra vez—de rehabilitar los ferrocarriles permítanme que diga que este país no es capaz de grandes obras (con excepción de las represas, adelantadas por empresas oficiales pero independientes), que no nos debemos hacer ilusiones y nos puede pasar otra vez lo del ferrocarril del Atlántico.

Tuve oportunidad este fin de año de viajar a Girardot con mi familia. Hacía décadas que no lo hacía. Salimos por La Mesa, una carretera estrecha, con doble línea amarilla en el centro durante casi todo el trayecto, con peajes de $ 7.600 cada rato, pero en razonable buen estado. En cualquier país adelantado sería una carretera de tercera categoría y tiene un tráfico terrible. Cuatro horas, sin contar la salida de Bogotá.

Regresamos por “la doble calzada” –que no autopista-, un pomposo título para una obra mediocre que lleva más de 10 años. Muy pocos kilómetros terminados, muy interrumpidos y casi todos con un trancón interminable. Fecha de entrega: octubre del presente año. El puente sobre el Sumapaz, que se supone debía ser entregado en diciembre, no estaba en servicio. Hay que reconocer que el túnel del Sumapaz es muy bueno, aunque va en una sola dirección. Como desviamos en Soacha hacia Mondoñedo tuvimos que hacer una cola en un peaje ($ 8.300) por casi una hora con tres cajeros en fila para que le den a uno el recibo del pago y luego, a 500 metros, un flamante peaje con todas las de la ley donde hay que entregar el recibo. Absurdo. Gastamos seis horas y media. Hace diez años, sin doble calzada, el viaje a Girardot vía Fusagasugá duraba tres y media horas en el peor de los casos.

Así no vamos a ninguna parte.