El país va saliendo de un extenso secuestro orquestado por un autoproclamado Comité y, al parecer, nuevamente, la impunidad volverá a reinar. Por lo menos en Bogotá, la alcaldesa López ya nos demostró que recurrir a la ilegalidad es provechoso, que los más damnificados siempre serán los ciudadanos de bien y que vandalizar se puede hacer con todas las garantías por parte de esta administración de la empatía. Hay que ver cómo se desviven por romantizar a los vándalos y dialogar con quienes terminan de acabar con lo que queda de ciudad.
Pobrecita, ¡qué dilema! No debe ser fácil decidir si ya es hora de cambiar, una vez más, las políticas de gobierno para apelar a otro electorado que sea más fructuoso para su futura presidencia. Ya debió darse cuenta, como Petro, que con los votos de los vándalos y su apoyo, el establecimiento y la ciudadanía no los dejarían llegar ni a la portería de Palacio y el sector productivo, eventualmente, los crucificaría. Es por eso que en uno de sus característicos arranques dio la directriz repentina, como a ella le gusta, de reabrir totalmente la ciudad y volver a cambiar las prioridades de su administración.
Enhorabuena, o de pronto no tan buena. Ya los bogotanos sabemos que nuestra alcaldesa tiene un ligero problema de bipolaridad y pasa, de la noche a la mañana, de ser la mamá cuidadora a la lideresa de la reactivación económica. Saltos que muestran su apetito populista y electorero así como su incapacidad e incompetencia. De repente para ella ¡se desapareció el covid! O por lo menos dejó de ser tan peligroso como en 2020, cuando por una ocupación del 85% de camas UCI la ciudad entraba en cuarentena obligatoria y nos vendía un bio-apocalipsis que acabaría con la ciudad.
¿Qué cambió? Porque no me explico cómo después de 43 días de múltiples aglomeraciones que, ella misma reconoce, ocasionaron el peor pico de la pandemia y llevaron la ocupación de camas UCI a un 98%, que bajo su pasada lógica significaría el posible colapso de la red hospitalaria, ahora este sea, según ella, ¡el momento de reabrir!
No me malentiendan, siempre he estado en pro de una reactivación económica y de salirnos de la política del miedo ‘covidiano’, pero esta incongruencia de la alcaldesa no se puede dejar pasar por alto. ¿Por qué esperar hasta quebrar el comercio y la ciudad causando miles de desempleados? ¿No era, entonces, factible haber reabierto meses atrás? ¿Cómo se justifica haber cerrado iglesias, colegios y restaurantes, pero permitir manifestaciones? ¿Hoy, en la mitad de la crisis financiera del país, ahora sí hay recursos para reactivar la ciudad? ¿Por qué no se utilizaron estos recursos para aumentar la capacidad hospitalaria que tanto se prometió? ¿Dónde están los 10.8 billones de pesos autorizados para el Plan Marshall? ¿Qué se ha ejecutado de dicho plan?
Parece ser que el covid en Bogotá es más político que peligroso.