Reflexión sobre los cupos indicativos | El Nuevo Siglo
Viernes, 13 de Diciembre de 2024

El nuevo ministro de Hacienda tiene varios retos. Pero, sin duda, el principal es sanear y darles transparencia a las relaciones con el Congreso, despojándolas de las inaceptables prácticas corruptas que se han vuelto a enquistar allí durante los últimos tiempos.

O sea, el primer desafío del ministro Guevara es ético: encarar al Congreso, convertido en una cueva de chantajistas. Y no pagar los chantajes.

Esa es quizás la única manera de demostrarle al asqueado país que es real lo que predica el gobierno. Gobierno que ahora está proponiendo crear una nueva gran comisión anticorrupción. En vez de grandes comisiones, el nuevo ministro debería empezar por inyectar aire fresco y limpio en sus relaciones con el legislativo.

“Que siempre ha sido así”, dice el presidente Petro y que, por lo tanto, no hay nada que hacer. No es cierto. Siempre no ha sido así. Y habría mucho por hacer si existiera realmente voluntad política en este gobierno.

Creo tener autoridad para afirmar lo anterior. Néstor Humberto Martínez, en artículo publicado en El Tiempo el pasado 8 de diciembre, ha contado la historia completa de los cupos indicativos, el principal mecanismo de corrupción parlamentaria contemporáneo.

En este texto se recuerda cómo una de las primeras actuaciones del ministro de Hacienda cuando empezaba la administración Pastrana Arango, que era precisamente quien estas líneas escriben, fue poner a disposición de la Corte Suprema la lista completa de los cupos indicativos que el nuevo gobierno encontró abiertos y que febrilmente se habían autorizado durante la administración Samper para tratar de escabullir responsabilidades durante el proceso 8.000.

También relata Néstor Humberto -que para la época era el ministro del interior de la administración que comenzaba- que el presupuesto que presenté a las cámaras como ministro de Hacienda y que recibió el certero nombre de “presupuesto de la verdad”, fue el primero que no incluyó “partidas globales”. Es decir, renglones de gasto redactados de una manera tal que en ellos había espacios para acomodar los corruptores cupos indicativos.

Nos dimos la pela en aquellos primeros dos años de la administración Pastrana: no solo para no abrir un solo cupo indicativo durante el tiempo en que ocupé la cartera de hacienda, sino para que presupuestalmente no pudieran abrirse nuevos.

El cupo indicativo requiere un espacio presupuestal dentro del cual puedan anidar los cupos indicativos. Y ese espacio se llaman las “partidas globales” que, al desglosarlas dan cabida al vituperable mecanismo. Con estos cupos, la autorización del gasto no lo otorga con precisión el presupuesto mismo- como lo ordena la Constitución- identificando la partida correspondiente, sino que lo termina abriendo el ministro de turno girando contra dichas partidas globales. Se pone así en marcha el corrupto mecanismo de los “cupos indicativos” dentro de los cuales es el parlamentario agraciado, con el beneplácito del ministro, quien termina señalando el municipio de la obra a realizar, el contratista y el interventor. O sea, el combo de la corrupción.

Con un agravante adicional: los cupos indicativos que salieron a flote durante la accidentada gestión del ministro Bonilla se terminaron convirtiendo en maletadas de dinero contante y sonante para la Unidad de Riesgos. Terminaron agregándole al tinglado un componente nauseabundo de corrupción adicional.

La administración Petro tiene por delante una larga lista de reformas que las mayorías en el congreso ha hecho saber no las “tragará enteras”. La tentación es entonces grande de seguir utilizando en adelante “cupos indicativos” a discreción para intentar vanamente aceitar el trámite parlamentario de reformas y leyes.

Si el gobierno Petro quiere realmente dar un testimonio -no de palabra sino de obra- de que realmente está comprometido en la lucha contra la corrupción, más que crear altisonantes nuevas comisiones anticorrupción como la que ofreció esta semana, debería pararse en la raya y decirles a los parlamentarios: “se acabaron los cupos indicativos”, como se les dijo entre 1998 y 2000.