Llegó la Navidad. La siento llegando muy temprano, como si el tiempo, este año, hubiera corrido con más prisa; como si los 365 días en vez de discurrir en una fila ordenada uno tras otro, se hubieran rodado por un tobogán y en medio de la carrera se hubieran perdido algunos, muchos...
Levantó los ojos y veo el cielo, el mismo cielo que podría ser el de cualquier día. Echo un vistazo la Casa de Nariño, que tantas veces veo saliendo del Congreso, y me emociona pensar que nuestro nuevo Presidente es Iván Duque, mi buen amigo y compañero de Senado. Hace un año terminábamos el proceso interno de selección de candidato, con todas las encuestas en contra y con la certeza de que la victoria del No, nos acompañaba.
Miro al frente y veo a Amapola caminado a mi lado, conversando sobre todo con palabras casi claras, y me pregunto qué se hizo la pequeña bebe que tuve. En este año tan duro, de tres campañas -la pre-candidatura, la de congreso y la presidencial con su segunda vuelta-, pienso que alguna buena manera logramos ella y yo mantenernos unidas y puedo asegurar que no me ha sentido ausente. Veo a mi esposo siempre propositivo y desbordado de ideas y temas para ayudarme a hacer más, buscar nuevas alternativas. Y no puedo sino volver a agradecerle a Dios que me permita estar con él, que por cursi que sea, es el amor de mi vida.
Me miro a mí, reelecta, dando nuevas luchas, llena de emociones y confiada en el futuro del país. Tratando en medio de la vida de poder contribuir de alguna manera, de muchas maneras para que Colombia sea un mejor país. Sigo sintiendo que gustaría que los cambios pudieran ser más bruscos, que las transformaciones fueran más rápidas; pero tengo que reconocer que he ido aprendiendo que muchas luchas se parecen más a un maratón, que a una carrera de cien metros.
Pasamos los uribistas de ser oposición, a ser gobierno; con todos los retos que ello implica. No es fácil detener el rumbo de un país, que iba en nuestra opinión, en la dirección equivocada. Emprender la nueva ruta y tomar velocidad en ella. Vamos, vamos, ahí vamos, paso a paso. En las ruinas empiezan a florecer las enredaderas, y con ellas se anuncia que reedificaremos, bajo la luz del día, con honestidad, con ideas, sin mezquindades para todos los colombianos.
Te veo a ti, querido lector, como un ciudadano que espera que salgamos adelante. Te quiero pedir que no solo lo desees, sino que seas parte de la transformación de Colombia. Apoyemos a nuestro Presidente, y apoyarlo no solo es decir que nos gusta o que confiamos en que retome el rumbo, es ser parte de este proyecto. Contribuir todos los días, en todos los actos a hacer de nuestro país uno más justo. Cumplir las normas de la ética para ser decentes, de la ley para ser buenos ciudadanos y de Dios o de la naturaleza o de la Justicia para que el mundo sea mejor, y todas nuestras acciones puedan ser elevadas a la máxima de conducta humana, como aspira el imperativo de Kant.
Vuelvo a mirar el cielo, que hoy en Bogotá, está despejado y azul. “Flotan ligeras” las nubes muy blancas y siento que todo estará bien, con fe, le pido a Dios que en estas fechas nos mire con misericordia, que nos bendiga a todos, que deje caer sobre nuestra Colombia una llovizna benigna que deje que todo lo sembrado, las nuevas semillas florezcan. ¡Feliz Navidad para todos!