No sorprendió la decisión de la plenaria de la Cámara de Representantes de archivar el proyecto de acto legislativo para una reforma política. Si bien es cierto que se trata de un tema de especial interés para el país, no fueron pocos los inconvenientes que se observaron en el articulado del proyecto, en el trámite del debate, así como en la pertinencia del mismo, que terminaron por hundir la iniciativa.
Una reforma de esa envergadura para tener éxito necesita, además de una coyuntura favorable, unos acuerdos políticos previos que cuenten por lo menos con el interés del Gobierno, para que su articulado refleje los consensos que convoquen las mayorías requeridas. Resulta evidente que esos presupuestos no se dieron y que se prefirió intentar su aprobación a las volandas, en un ambiente sembrado de incertidumbres que escapó a la atención de sus noveles y acuciosos promotores.
Los estragos económicos, sociales y de salubridad ocasionados por la pandemia, acaparan la atención y preocupación del gobierno, de los sectores políticos empresariales y laborales y de los ciudadanos, que exigen comprometer todos los esfuerzos en la reactivación de la economía y del empleo, antes que distraer su labor en reformas que, por necesarias, serán más urgentes y encontrarán mayor interés y respaldo cuando se conquiste una nueva normalidad. Todo ello se reflejó en la soledad que acompañó, no solamente al ponente de la iniciativa, sino también a los jóvenes y entusiastas acompañantes, que se vieron huerfanos de apoyo de sus partidos y del respaldo de los ministros concernidos, atareados en contener la vorágine de amenazas que se ciernen sobre los colombianos por obra de una pandemia imprevisible y hasta hoy incontenible.
Además, los temas de la reforma no eran de poca monta. La sustitución del voto preferente por listas cerradas y paritarias organizadas a modo de “cremallera”, que demanda la democratización interna de los partidos y sus mecanismos; la corresponsabilidad de los partidos por los avales; y el aumento de curules para representación en el Senado de departamentos que carecen de ella hoy, entre otros temas, son contenidos controvertidos que careen de acuerdos y que apuntan a ser mejor debatidos en los tiempos que nos esperan una vez superada la pandemia.
El regreso a las listas cerradas acompañado de mecanismos de democratización, aunque aconsejable, es resistido por no pocos congresistas; el aumento de curules no tiene apoyo ciudadano; y las listas cremalleras y con paridad de género no se hallan en ningún ordenamiento constitucional de régimen democrático y podría implicar insólito quebrantamiento al derecho a elegir y ser elegido, al que son ajenos limitaciones por razón de género, o condición humana, y releva más del supuesto “pensamiento político correcto” con el que el “progresismo” intenta suplantar el sistema democrático de occidente.
Estos temas, junto a los del régimen económico y social, serán primordiales en el debate político del 2022 para fortalecer el régimen de libertades, asediado por la supuesta “corrección” del pensamiento de la izquierda que se pretende imponernos.