Listas cerradas, financiación mixta, iniciativa de gasto congresional y sobretodo paridad de género. Estos son los objetivos que he defendido en la reforma a la política que discutimos en el Congreso.
Las listas cerradas fortalecen los partidos políticos. Un estudio realizado por Joel Robbin, en 2010, a 200 sistemas electorales en 53 países, concluyó que la participación electoral es significativamente menor cuando se realiza voto preferente, elevando a una abstención de hasta 15 puntos porcentuales. Puede ser contra intuitivo, pero lo cierto es que la política personalista no crea confianza.
La financiación de campañas debe avanzar a ser preponderantemente estatal, pero no podemos excluir la financiación privada. Casi nadie aceptaría que los recursos públicos los usemos en política. Según Fedesarrollo, si el Estado asumiera la totalidad de los gastos de las campañas electorales sumado a los costos de realizar elecciones, el Estado tendría que gastar $5,15 billones en las elecciones 2018 y 2019, es decir, 2.2% del PGN para 2019.
El tope de gasto para un senador en la campaña electoral de 2018 fue de 884 millones de pesos. Una encuesta realizada por Cifras y Conceptos a senadores, determinó que en promedio gastan 3.000 millones de pesos. Cuatro veces lo determinado por ley.
Necesitamos recursos para tantas otras cosas que no veo viable que el Estado asuma todo el gasto electoral. En Reino Unido, por ejemplo, el 30% de la financiación es estatal y el 70% es privado. Algún porcentaje similar podría solucionar el problema, y facilitar el acceso a la política, de las mujeres, sobretodo que conscientes de sus responsabilidades familiares, señalan los recursos como uno de los limitantes a su participación.
Finalmente, la paridad de género en las listas cerradas realizará el ideal de la paridad en la representación en el Congreso. Aquello sí sería un gran cambio para Colombia. Y si lo mantenemos durante dos periodos habremos transformado la política y la sociedad para siempre.
Las mujeres con la oportunidad de llegar, sabrán mantenerse. En esas posiciones el machismo y la discriminación llegaran a su fin. Será normal, nos acostumbraremos a la paridad, a las mujeres en el poder y no habrá ninguna niña atrapada por techos invisibles, todas sabrán que pueden ser líderes. No será una novedad; será la plenitud de un derecho. Acogidos como están los niños a las madres, imagino que los derechos de los niños también avanzarán. La lucha contra la violencia intrafamiliar tendrá entonces un nuevo significado.
Según la Unidad Interparlamentaria Global, Colombia ocupa el puesto 112 de 193 países en participación de la mujer en el Congreso, teniendo solamente el 20% de los escaños ocupados por las mujeres. Estamos al lado de países como Zambia o el Congo.
Para la participación de las mujeres en la política hay dos vías. Tomar los modelos de Dinamarca, Finlandia, Islandia o Suecia donde pasaron más de 60 años para que la mujer ocupara el 20% de los escaños, y 70 años más para que alcanzara el 30%. La segunda vía, por mandato de ley, como lo hicieron Argentina o Bélgica donde en pocas legislaciones lograron más del 35% de participación de la mujer. Quiero paridad en la participación, ya.
Colombia tiene rezagos en la participación femenina en la política, pero eso es lo menos grave. Lo grave es la falta de respeto por las mujeres quienes siguen siendo agredidas por esposos y padres, que siguen siendo violadas y asesinadas por no tener la total entidad de persona. Que siguen siendo recibiendo menos salarios y menos empleos. Que siguen siendo mujeres jóvenes con hijos y sin una pareja que las acompañe en la crianza que debería ser responsabilidad de dos. Trasformar la política, creo, es el inicio de la transformación social.