Repensar a Colombia | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Noviembre de 2018

Difícilmente hubiéramos soñado el desprestigio del Presidente Duque a los cien días de su posesión. No por su trasparencia, su buena voluntad, su inteligencia, su preparación o su afán de acertar. El desprestigio se debe a que no lo han dejado, ni, respirar. Los críticos no le perdonan una, claro sin proponer soluciones interesantes.

La idea es criticar y criticar sin pensar en Colombia, sin reconocer el daño que se le hizo al país con las últimas elecciones: mal manejadas y mal organizadas, por parte del Consejo Nacional Electoral y los partidos. Por lo que debemos entender, no juzgar. Y, así, el presidente Duque es víctima de su mayor virtud: no es politiquero es transparente. Mientras que el mundo político aprovecha estos cien días para sacar ventaja de su estilo espontáneo.

Pero, no darle tiempo al tiempo es jugar con candela y no vemos propuestas, novedosas, proactivas, de quienes critican: que trasformen al país como corresponde frente a las novedades científicas mundiales o a nuestra formidable capacidad geográfica. Todo indica que una crisis política como la que nos está subiendo pierna arriba no va a ser fácil de superar. Resulta que, queramos o no, nos toca darle la mano a nuestro Presidente, darle un compás de espera y proponer soluciones de fondo, con optimismo, con amor por nuestra bella nación.

Tenemos que reconocer que los partidos políticos ya no son fuente de proyectos magnánimos. No se ve que se esté pensando en la Colombia Grande, Soberana y Digna que soñaron nuestros abuelos, nuestros padres, nuestros muertos -de lado y lado- ni nuestros valores, que se suponía formarían a nuestra querida patria.

No tenemos algo político para mostrar, se rajan: la justicia, la salud, la educación, la economía, el medioambiente, la infraestructura, los medios de comunicación, la fuga de los cerebros más capaces y más creativos, una fiscalía cuestionada, y entramos al triste invierno demográfico.

Ahora, estas letras no son un grito pesimista, todo lo contrario: quiero, con  estas, despertar a mis hermanos, los colombianos, y recordar que nacimos en un paraíso de unas riquezas fabulosas, que los colombianos estamos llamados a ser más -como dicen la antropología, Aristóteles  y nuestra fe- que solo nos falta superar la pequeñez de nuestra política tropical y unirnos, como se unió Colombia cuando la guerrera con el Perú, que hasta las señoras dieron sus anillos de matrimonio para apoyar al gobierno. 

Estamos en un atolladero y no vemos el abismo por el que nos estamos rodando. No entendemos que no hemos sido capaces buscar una salida inteligente para nuestra Patria. Es más importante criticar, buscar soluciones cortoplacistas, improvisadas, desconocer el significado y alcance del bien común, de la dignidad de la persona humana, de la sacralidad de nuestra Constitución, fundamento de nuestras instituciones. 

¿Qué tal que acogiéramos los tres pilares sobre los que se desarrollaron los Estados Unidos del norte: educación (ciencia y fe), inmigración (mano de obra) y salud (universal)? ¿Qué tal que todos –del partido que sea– apostemos por el éxito de Iván Duque, sin espejo retrovisor?