Las recientes opiniones de la alcaldesa de Bogotá relativas a la inseguridad creciente que afecta a la capital es una muestra más de su ignorancia sobre los aspectos fundamentales de gobernanza y de su irrefrenable tendencia de culpar a otros de sus propias carencias. En medio de los desafíos que supone la pandemia para la vida y la subsistencia de los bogotanos, las desacertadas actuaciones de la alcaldesa, no solo desconciertan, sino que también acrecientan la percepción de su incapacidad para mantener el control de la ciudad en tiempos excepcionales.
El uso amenazante del twitter para eludir las responsabilidades inherentes a su condición de máxima autoridad de policía, demuestra su dificultad para aplicar políticas y asegurar la coordinación de su ejecución. Atribuir responsabilidades al Gobierno nacional y a la Policía de Bogotá por omisiones propias de la Alcaldía, es indicio claro y preocupante de su extravío en el cumplimiento de sus competencias y en el entendimiento de sus responsabilidades. El Distrito tiene la capacidad técnica para formular y ejecutar políticas de seguridad apropiadas a la situación que se vive y cuenta con una policía profesional y capacitada en el ejercicio de sus competencias.
El gabinete tiene al secretario de seguridad, que ha sido factor importante en la construcción de políticas de seguridad desde las administraciones de Antanas Mockus, y al secretario del interior que demuestra formación y buen juicio en el desempeño de su trabajo.
Asimismo, el comandante de la Policía Distrital es un general formado en la reforma de ese Cuerpo, adelantada con éxito desde 1993, y hoy reconocido en el hemisferio por su profesionalismo y sus resultados. Hace falta entonces claridad en la dirección y asertividad en el mando, que permitan la ejecución de políticas que ya existen, la coordinación con la Policía y la participación de redes ciudadanas y de la Cámara de Comercio, hasta ahora olvidadas por la alcaldesa.
Asumimos que el Distrito cuenta con el diagnóstico de la situación de la seguridad y seguramente con la formulación y planeación de lo que debe ejecutarse. El presidente del Concejo ha señalado que desde febrero de este año se había advertido del crecimiento de la inseguridad en Bogotá, y es de esperar que esa preocupación haya sido recogida en el Plan de Desarrollo, aprobado sin mayor debate en el Cabildo. Si ello es así, la responsabilidad de su ejecución es de la alcaldesa, que debe controlar su temperamento agresivo y priorizar sus responsabilidades sobre sus mal disimuladas ambiciones. Tranquilidad y ecuanimidad son virtudes cardinales en los gobernantes.
Para superar los retos que confronta, Claudia López debe superar las ficciones que han acompañado a la izquierda en la comprensión del concepto de seguridad que en esos lares suele confundirse con represión. Es de esperar que desde el ejercicio del gobierno distrital la alcaldesa comprenda la importancia del orden público en materia de convivencia y derechos humanos. Sería valiosa contribución a la modernización de esa anacrónica bandería política.