Israel y Palestina, corazón de un conflicto
El problema entre israelitas y palestinos tiene más de 2.000 años. Por el dominio territorial y por el agua. Cada uno afirma ser el dueño legítimo y milenario del espacio en disputa. Han internacionalizado de tal modo su conflicto, que la solicitud palestina para ser reconocida como el miembro pleno 194 de la ONU conmocionó el mundo y es noticia principal.
Sólo la capacidad de cabildeo de los poderosos judíos norteamericanos explica que la gran potencia y sus aliados prefieran apoyar sus tesis, cuando rendiría más congraciarse con el mundo árabe y musulmán. Sólo el poder del dinero justifica la alianza con el pequeño y la malquerencia de los 22 países islámicos.
Ese lobby garantiza que Estados Unidos negará el ingreso palestino a la Naciones Unidas. Y que apoyará parte de la posición israelí de no negociar mientras no se reconozcan las fronteras anteriores a la guerra de 1967, cuando Israel conquistó a Cisjordania, el este de Jerusalén (ocupación que no tiene reconocimiento internacional) y la Franja de Gaza. Las potencias occidentales sostienen que la negociación debe hacerse entre los actores principales y se oponen a llevarla a cualquier otro foro.
¿Qué más los divide? Tel Aviv exige la desmilitarización de Palestina y el pleno reconocimiento como nación. Por supuesto, los palestinos se rehúsan a avanzar en las pretensiones judías. El asunto se complica por la presencia dominante de Hamas en la Franja de Gaza, facción que se opone a cualquier negociación con Israel.
Nada menos que Jerusalén, la ciudad sagrada para las tres religiones monoteístas: cristianos, musulmanes y judíos. Palestina pide se le devuelva toda la ciudad. Benjamín Netanyahu afirma que Jerusalén es y será la capital eterna e indivisible de Israel.
El futuro de los cuatro millones de refugiados palestinos, que según sus compatriotas deben regresar a sus territorios, así estos estén bajo control israelí. La respuesta judía es obvia: no pueden regresar a zonas en nuestro poder y tampoco lo deben hacer todos, el problema demográfico agravaría la inestabilidad regional.
Los asentamientos judíos en territorios palestinos. Estos se comprometieron a desalojarlos de manera progresiva, pero en la realidad no han cumplido. Son 156 en Gaza y Cisjordania, con colonos de la derecha nacionalista, opuestos a cualquier acercamiento. Otra manera de ampliar lo que Hitler, su mortal enemigo, llamaba el “espacio vital”.
El agua es urticante asunto. En una zona semidesértica Israel controla 85% de las fuentes hídricas y se da el lujo de racionar su entrega a los palestinos.
Por último, el valle del Jordán, que como no tiene tanto valor estratégico y de seguridad, es de segundo orden.
Muchos motivos de choque, por eso la solución al conflicto se observa como “eterna”. Una confrontación que afecta a la humanidad.