Pero la agitación electoral no ayuda a notarlo. Si bien es más fácil comentar que gobernar, la resaca de lo que ocurrió pesa más justamente en elecciones. Y la corriente política que gobierna no sale bien librada ante ella misma, tanto menos ante la oposición. Se le recordará como el gobierno de la pandemia, también el de la inflación, será juzgado por su inoperancia en disminuir los índices de concentración de la riqueza, fiel en eso al modelo de dónde provino. Algunos estudiosos notaran que durante esa administración se completaron los trescientos asesinatos de exguerrilleros de las Farc. Y que bajo esta administración se obtuvo el record histórico de asesinatos de líderes sociales, mujeres y hombres, en la historia nacional. Pero que los encargados de la seguridad atribuyen a casualidad o al accidente durante el robo de algún celular.
Como los controles de vigilancia: Fiscalía, Procuraduría, Contraloría, Registraduria, están en manos de gentes afines o simplemente serviles al ejecutivo, este puede hacer política activa en contra de la oposición alegando su derecho a expresarse. Quienes ven un peligro en eso de sacrificar la institucionalidad en aras de la inmediatez, lo hacen mirando a largo plazo, para cuando el péndulo político haya cambiado. Y es muy probable que más temprano que tarde eso ocurra en Colombia. Pero, por sí o por no, es preferible regirnos por una normatividad fortalecida. No por tuertos del ojo izquierdo o del ojo derecho.
Fomentar un sentido ciudadano general y no por políticos que a su antojo den diploma de “patriotas” a quien piensa como ellos, o si no piensan, siguen el eslogan “lo que diga el jefe”. Pero el sentido de lo ciudadano como es obvio se fortalece con la educación. Y en eso el aporte del gobierno de Iván Duque ha dejado su huella: hemos quedados en los últimos lugares en las pruebas “Saber” de la educación comparativa. Y la inversión para crear redes de internet para la educación, se perdieron en un peculado conocido como de los Tics, y si se me permite el giro verbal, el peculado es un tic nervioso del régimen, demasiado generalizado. Pero los controles de vigilancia están en mansas manos…
Los escándalos que afloran son gracias a la prensa y en especial a la radio. Y así es como funciona el “control” estatal, así es como los colombianos nos enteramos de su inefable disfunción. El baile de amiguismo de esos entes de control, también minan a las instituciones. La opinión pública no cree en ellos, están casi tan desprestigiados como los congresistas, según las encuestas. El ejército cuya rigurosa distancia del vaivén electoral se había mantenido, ha entrado en boca de un general, a dar un zapatazo, a esa respetable tradición. Es una lástima que se rompa con esa advertencia que les hacía, en la década de los cincuenta, Alberto Lleras: “Cuando los militares entran a hacer política lo hacen armados” y por eso proponía su imparcialidad, su absoluta neutralidad.