Aún estamos en los gozosos, las mieles de la posesión siguen vivas y la ciudad está a la expectativa de cómo será el arranque de esta nueva administración. Sin lugar a dudas, es un periodo de adaptación y empalme que le otorga de manera no oficial un compás de espera al nuevo alcalde. Sin embargo, muy bien sabe el mandatario que el éxito o fracaso del inicio de su cuatrienio dependerá de sus resultados palpables en materia de seguridad.
Carlos Fernando Galán recibe una ciudad cooptada por la delincuencia común y el crimen organizado, una policía desmotivada y maltratada, un hacinamiento casi que inmanejable en las UCI y cárceles Distritales, una ciudadanía desesperada al borde de ejercer justicia por mano propia, un sistema de transporte masivo con índices de evasión altísimos que no solo lo deterioran sino que lo vuelven inseguro, homicidios al alza así como los hurtos a personas, consumo y tráfico de estupefacientes desbordado en parques y colegios, intolerancia ciudadana como regla y no excepción, sectores de la ciudad controlados en su totalidad por el crimen como El Amparo, comerciantes temerosos e impacientes por alguna presencia de autoridad, entre muchos otros factores.
En resumen, como dicen coloquialmente, la cosa no está fácil. La recuperación del desastre que deja Claudia López teniendo, además, un gobierno de izquierda abiertamente pro criminalidad y vengativo contra quien le contradice, harán de esta alcaldía que inicia un verdadero desafío.
Está más que demostrado que la falta de continuidad en las políticas de seguridad generan distorsiones difíciles de corregir y hace que los problemas se acumulen. Llegar a imponer el orden y el imperio de la Ley no es sencillo y requiere de altas dosis de carácter ya que los bandidos no cederán fácilmente su territorios y fuentes de ingresos sin dar la batalla.
Por eso, la recuperación de la seguridad dependerá mucho de la actitud que asuma el alcalde, hasta dónde estará dispuesto a llegar y, sobre todo, si se decide por la mano firme o continuará la perorata inservible pero políticamente correcta que hoy está de moda.
Bogotá necesita un liderazgo que consiga: el aumento del pie de fuerza de la policía, la construcción de una mega cárcel distrital para meter a los sindicados, la eficiencia y rapidez de la justicia, que recupere la confianza de la ciudadanía de salir a la calle y de usar el transporte público, que le quite los parques a los jíbaros y se los devuelva a las familias, que robustezca las capacidades tecnológicas para combatir el crimen, que acabe de una vez por todas con la mafia de los celulares en el centro y entre muchas otras cosas que por el amor de Dios no gobierne con el espejo retrovisor sino que asuma el reto de devolver la esperanza a la capital.
Le deseamos suerte al nuevo alcalde, pero estaremos pendientes de sus acciones. Mi amada ciudad puede y necesita avanzar.