La inesperada y desconcertante elección de alias Sandra Ramírez a la segunda vicepresidencia del Senado desencadenó legítimas reacciones de las víctimas de las Farc-Ep. Las preocupaciones se vieron acrecentadas con las arrogantes y cínicas declaraciones de la exguerrillera justificando su pasado, “si reencarnara, volvería a ser guerrillera", y negando de tajo toda violación a los derechos humanos por parte de esa organización criminal.
La compañera sentimental de “Tirofijo” es la memoria viviente de todas las acciones militares, terroristas y delincuenciales de las Farc, en su condición de secretaria del Jefe único, de encargada de comunicar las órdenes del Secretariado a los frentes de la organización y de recibir los reportes de todas las acciones realizadas por la totalidad de los alzados en armas. Ella es testigo de excepción de incontables atrocidades consumadas también en sus propias filas: las ejecuciones, desapariciones, reclutamiento forzado de menores, secuestros, violaciones, abortos y desplazamientos forzado de poblaciones, entre otros, que se perpetraron por las Farc-Ep.
Por ello, constituye afrenta imperdonable y retadora el que, después de su elección, pretenda desaparecer de la memoria colectiva los delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra de sus correligionarios, ordenados por su compañero y consentidos por ella. Con su conducta de negar los crímenes de las Farc, y apoyada con igual descaro por alias “Timochenko”, se erige hoy, con el beneplácito inexcusable del Senado, en victimaria empoderada para revictimizar a sus desprotegidas víctimas. Ella, que cohonestó violencia sexual y abortos forzados, pretende pasar la página de su oscuro pasado fungiendo, impunemente, como defensora de las reivindicaciones de género en el escenario político colombiano.
Todo en ella sugiere engaño y mentira con los que aspira a saciar su sed de poder, envalentonada por el respaldo de los autodenominados amigos de la paz y el eco que éstos tienen en poderosos medios de comunicación. Valida de esos apoyos, aclimatará la absurda narrativa con la que pretenden los farianos y sus amigos convencer a los ciudadanos que propugnar por la verdad equivale a deslegitimar el proceso de paz. Con ella, las Farc fortalecerán su influencia en los Órganos del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVLRNR), para imponer su sesgada verdad y obtener inocencia e inmunidad. Sandra Ramírez, la más articulada de los congresistas de su partido, fungirá como la sepulturera de la verdad, sin importarle acentuar la ilegitimidad del SIVJRNR.
De lo que se trata es de asegurarse que no haya verdad, ni justicia, ni reparación que no responda al relato de quienes, perdiendo la guerra impusieron su paz. Sandra Ramírez no tendrá que explicar la presencia de su hijo en las filas de Iván Márquez, ni Timochenko y su cúpula responder por sus delitos, entregar rutas del narcotráfico e identidades de sus socios, ni mucho menos explicar el monto de sus fortunas. Los costos de la paz correrán a cargo de sus víctimas a las que se incorporan los engañados y dolientes ciudadanos de este país.