Sin vergüenza, dignidad ni respeto | El Nuevo Siglo
Viernes, 14 de Febrero de 2025

Desde agosto de 2022, Colombia ha experimentado una alarmante degradación institucional y moral. Día tras día, los valores fundamentales se desploman bajo el peso de la conducta errática de Gustavo Petro, quien no llegó a la presidencia para materializar el cambio prometido, sino para alimentar su ego y sumergirse en una embriaguez de poder que ha socavado décadas de construcción democrática. 

Más allá del evidente deterioro en seguridad y la crisis del sistema de salud, el descalabro económico y fiscal ha alcanzado niveles críticos. En apenas dos años, la economía ha sufrido un golpe sin precedentes, a pesar de que en 2022 el país contaba con finanzas saneadas y en recuperación tras la pandemia. Hoy, el Estado está en bancarrota: los subsidios sociales, tan enarbolados en campaña, han desaparecido; los aportes a los servicios públicos de los estratos 1, 2 y 3 están suspendidos porque “no hay caja”; los recursos para las regiones se han esfumado; las obras de infraestructura están paralizadas, y la posición ideológica contra los hidrocarburos ha sumido al país en un caos económico sin precedentes. 

Hasta hace poco, Petro y sus aliados responsabilizaban al gobierno anterior de este desastre. Sin embargo, ante la realidad inocultable, las excusas se agotaron. Luego de tres años de reducción de la deuda y del déficit fiscal (2021-2023), en un solo año (2024) la deuda pública pasó del 53 al 60 % del PIB, un incremento superior a 104 billones de pesos, mientras que el déficit saltó de 4,3 a 6,8 %, sumando más de 40 billones adicionales. Para agravar la crisis, los expertos proyectan que el recaudo tributario de 2025 quedará 30 billones por debajo de la meta oficial. Estamos ante un gobierno de pésimos gestores y voraces malversadores del presupuesto público. 

Mientras el país queda atrapado en un espectáculo diario de escándalos -desde el irresponsable trino de madrugada que casi sepulta la economía, hasta el bochornoso show televisado del “consejo de ministros” y el nuevo escándalo sobre el ingreso de dineros ilícitos de alias ‘Pitufo’ a la campaña de Petro- el inexperto ministro de Hacienda, Diego Guevara, avanza en una nueva reforma tributaria con un propósito doblemente perverso: si el Congreso la aprueba, Petro dispondrá de 12 billones de pesos adicionales para el despilfarro y la corrupción; si la rechaza, tendrá una excusa perfecta para culpar al Legislativo del colapso económico. El mismo libreto que usó con la fallida tributaria anterior, convertida en el chivo expiatorio del desgobierno. 

No podemos ignorar la estrategia chavista que Petro ejecuta con precisión: “toda derrota puede convertirse en una victoria política”. Su objetivo con esta reforma es evidente: saquear aún más el bolsillo de los colombianos o, en su defecto, construir una narrativa victimista para desviar la responsabilidad del desastre fiscal que él mismo ha provocado. Estamos gobernados por inexpertos y oportunistas cuyo único propósito es la destrucción institucional. Actúan sin vergüenza, sin dignidad y con absoluto irrespeto por la nación. No tienen límites. 

Por ello, el llamado a la oposición es categórico. Colombia atraviesa un momento crítico, y la proliferación de aspirantes presidenciales que se comportan como concursantes de un reality es un riesgo que el país no puede permitirse. Es momento de que abandonen sus egos y vanidades para construir un verdadero frente común. La patria no necesita declaraciones de buenas intenciones; requiere, con urgencia, voluntad política real.

@ernestomaciast