“Crear en los católicos una cultura de contribuir”
Es muy posible que la mayoría de católicos no conozca todas las obras que su Iglesia hace en favor de los más pobres y necesitados. La razón es que la misma Iglesia es más bien poco dada a hacerse propaganda a sí misma en este campo, pues el mandato del Evangelio es que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Pero es una labor grande y, por ejemplo, en la Arquidiócesis de Bogotá algunos números pueden ayudar a dimensionar esta acción social pastoral: hay en esta jurisdicción eclesiástica alrededor de 300 parroquias; 19 colegios parroquiales en sectores populares; una fundación universitaria para estratos de bajos ingresos; un instituto llamado San Pablo, gratuito, dedicado a la formación técnica; una fundación para la atención a los migrantes; otra para niños en condiciones de vulnerabilidad; una más en temas educativos, etc. Es realmente una acción decidida y constante. Y costosa.
El jueves pasado la Arquidiócesis lanzó una campaña llamada “Camino, verdad y vida” con la cual la Iglesia busca que muchos católicos se vinculen al sostenimiento y crecimiento de estas obras. La idea no es ir a pedir donaciones a los ricos, sino invitar a los católicos de a pie a que incluyan en sus agendas económicas una contribución permanente para que su Iglesia pueda seguir ayudando a los más necesitados. Sería fantástico que miles o millones de católicos en Bogotá se decidieran a hacer una donación mensual de 5.000 o 10.000 o 20.000 pesos para que la Arquidiócesis pueda seguir cumpliendo el mandato de Jesucristo de darlo todo a los pobres. Esto también busca crear en los católicos una cultura de contribuir, como es su deber, a sostener a su Iglesia, de manera que esta pueda adelantar su misión evangelizadora y caritativa en condiciones de suficiencia y crecimiento.
Este tipo de campañas suele, en algunos, despertar respuestas como aquella de que la Iglesia es rica o tiene muchas propiedades o el Vaticano tiene tesoros. La realidad en Bogotá es que la Arquidiócesis administra con mucho cuidado sus bienes y la mayoría están destinados al servicio de los más pobres. Pero hoy ya no alcanza lo que se tiene para ampliar más la capacidad de servicio. Por eso tiene todo el sentido que el Arzobispo Primado acuda a la generosidad de los fieles para que la Iglesia católica conserve su vitalidad en lo misionero y caritativo en la ciudad. Y si a esto se le suma lo que hacen las comunidades religiosas en Bogotá a todo nivel -educativo, de salud, de refugio, de transporte, etc. - resulta ser que la Iglesia Católica en Bogotá es un agente de apoyo y progreso para miles de personas y hay que conservar y hacer crecer más esta presencia.
Desde esta humilde columna de opinión invito a todos los católicos a que se enteren en sus parroquias de la campaña “Camino, verdad y vida”, para que, desde muy pronto, se instale en la vida de todos, la responsabilidad compartida de contribuir también desde lo económico a que su Iglesia siga cumpliendo su misión con vigor. Por lo demás, que nadie se olvide cómo Dios multiplica sus bendiciones con el que es generoso con Él y con los pobres.