António Guterres, secretario general de la ONU, vino a Colombia para participar en el quinto aniversario de la firma del Acuerdo de La Habana, que supuestamente debería haber traído la paz al país, algo que se ha logrado muy parcialmente debido, en gran parte, a las fallas intrínsecas del acuerdo que se firmó. Entre otras cosas, la irresponsable carencia de presupuesto que dejó Juan Manuel Santos para poder cumplirlo.
Guterres afirmó que esta visita aparte de darle un sentido más próximo a la implementación del acuerdo, le permitió ver con sus propios ojos, los resultados positivos obtenidos por los esfuerzos del gobierno para cumplirlo. Guterres quiso traer un mensaje de apoyo a los colombianos y a su propósito de paz: “Estamos al servicio de Colombia”, afirmó.
De sus reuniones con el presidente Iván Duque y el presidente de la JEP, el magistrado Eduardo Cifuentes concluyó que están dadas las condiciones para acelerar los procesos de quienes se han acogido a la Justicia Transaccional planteada por el acuerdo y, también, acelerar la imposición de sanciones para quienes no han cumplido con lo acordado.
Guterres dejó claro que quienes no cumplan con lo pactado, como son el reconocimiento de los delitos cometidos, la petición de perdón, la reparación a las víctimas y la promesa de no repetición, deben ir a la cárcel. El secretario general de la ONU no cree en la impunidad.
Fue muy positivo oírlo decir que la Fiscalía de la Corte Penal Internacional ha decidido no actuar en el país, pues considera que las instituciones de Colombia son capaces de solucionar el problema.
Su frase “el proceso de paz esta vivo”, fue un reconfortante espaldarazo al gobierno de Duque, tan vapuleado por los medios nacionales e internacionales y por las organizaciones neocomunistas, sus acérrimas enemigas. Todos los esfuerzos del Ejecutivo para cumplir con los que de buena fe se acogieron al acuerdo y con las víctimas, han sido vilmente ignorados, aún a sabiendas de las dificultades causadas por la pandemia, especialmente la falta de presupuesto y la constante agresión de las disidencias de las Farc y otros narcos.
La actitud ecuánime y sincera de Guterres ha dejado un aire de reconciliación y esperanza.
Por otro lado, la semana pasada un columnista de El Tiempo, un acérrimo depositario de odio y cizaña, escribió una columna contra la derecha que da asco leer. Quiere este hombre hacerle creer al país que todos los problemas ocurridos en Colombia se deben a la derecha colombiana. Olvida que, en las últimas décadas, fue el brazo armado de la izquierda extrema y su narcotráfico lo que nos llevó al mayor derramamiento de sangre en la historia de Colombia. Olvida el horror sufrido por los pueblos sometidos por las guerrillas y otros criminales, el terror vivido por sus secuestrados, por los niños forzados a la guerra, por las niñas violadas, por las torturas y desapariciones.
Y este mismo endiosado columnista pretende defender los Acuerdos de La Habana, cuando todo lo que hace con su pluma envenenada es retorcer el puñal del odio en el lomo adolorido de una Patria que trata, a pesar de gentes como él, de recuperarse de décadas de sangre. Mal servicio le hace este hombre a la paz, mal servicio le hace a Colombia.