Con la expedición del decreto 601 de 2020 que faculta al Comisionado para la Paz “verificar la voluntad real de paz y reinserción a la vida civil, así como la voluntad real de sometimiento a la justicia de los Grupos Armados Organizados-GAO- presentes el territorio nacional”, el doctor Ceballos se verá confrontado simultáneamente a persistente herencia del pasado y a nuevas realidades del presente.
El ELN, por treinta años ha abusado de la voluntad de paz de los colombianos, en tretas sucesivas que han desactivado a su conveniencia y que hoy procuran desvergonzadamente reiniciar. El ELN ha mutado en estos años, despojándose de su naturaleza subversiva para mudarla a la condición delictual propia de las organizaciones que se lucran del narcotráfico y se complacen en el ejercicio de la violencia como instrumento de terror. Es un GAO más, como lo dispone este decreto, que permite aplicarle las disposiciones del ministerio de defensa que autorizan las acciones militares, comprendido el bombardeo a sus campamentos. El ELN, como las disidencias de las Farc y todas las bandas criminales que compiten entre sí por las áreas de cultivo de la coca y la preeminencia en el tráfico de la droga, en una guerra sin regla distinta al aniquilamiento de la competencia y al control de las poblaciones mediante el terror, constituyen la más clara amenaza humanitaria, de seguridad y de salubridad que jamás haya confrontado el país. No profesan ideología alguna, ni se caracterizan por estructuras jerárquicas rígidas; son ejércitos de mandos pasajeros, cuyos reemplazos no presentan dificultades, porque lo que importa son los réditos de sus actividades de narcotráfico, minería ilegal y contrabando. El sometimiento de algunos de sus mandos no afecta la continuidad de la empresa criminal.
El ELN y las disidencias farianas son engranajes del escenario geopolítico que mantiene a Maduro en el poder, indispensables para la insaciable sed de riqueza y de poder del tirano y su séquito. Tarea descomunal la que le confían al diligente Comisionado que podría diluirse en el inmenso desgaste político que le espera en medio del fortalecimiento del dominio territorial que ya ostentan las GAO en algunas regiones del país, adormecido por los cantos de sirena de una paz diseñada para ser siempre esquiva e inconclusa, y así lograr aplazar una vez más el reto fundamental del Estado colombiano: consolidar el dominio del territorio.
Ese es el paso fundamental que le permitirá a Colombia consolidarse como Estado Social de Derecho y desarrollar una estrategia en un orden mundial en revisión, que requiere en América Latina liderazgo orientador. Un país que une a su estratégica ubicación geográfica, la riqueza de albergar idiosincrasias andina, caribe, pacífica, llanera y amazónica, está llamado a promover los intereses y coordinar esfuerzos e iniciativas para el ascenso de la América mestiza en el nuevo orden mundial. Ese debe ser nuestro destino.