Definitivamente el covid se ha convertido en un salvavidas político ideal que permite quedarse en lo coyuntural, sacarle el cuerpo a los problemas estructurales y gobernar de manera improvisada, sin dar mayores explicaciones, por que la crisis, ¡lo justifica todo!
Este es el lamentable caso de la compra de una porción mayoritaria de ISA por parte de Ecopetrol. Una decisión que, como los recientes nombramientos nepotistas, lastima la autoridad moral del gobierno nacional frente a la oposición. Y no es para menos, el manejo de esta compleja operación no tiene nada que envidiarle a la pésima y dudosa gestión del alcalde Quintero en EPM o la de la alcaldesa Lopéz en las obras viales de Bogotá. Lamentablemente, en sus últimos meses, el gobierno se está convirtiendo en eso que tanto criticó.
Es claro el afán que existe por conseguir una liquidez ‘express’ sin importar las consecuencias. Por lo menos, eso da a entender la extraña y, en mi opinión, equivocada carta del ministro Carrasquilla a la Contraloría, donde con un tono más de exigencia que de diálogo, ‘sugería’ que no había necesidad de tener otros oferentes como EPM, Energía de Bogotá o privados en el proceso. La decisión del gobierno impide que se realice una puja por el activo y se logre el mejor o máximo precio, pero más grave será que limita la capacidad de inversión en renovables de Ecopetrol, apartándola con ligereza de su plan estratégico y extenderá prontamente el ruinoso regimen salarial de la petrolera a ISA. Los tecnocratas venderán ISA por debajo de su verdadero valor, pondrán en riesgo el plan de inversiones de Ecopetrol y se extenderá el poder de la USO, solo para cumplirle al gobierno con el ‘cash in hand’ para cubrir el angustioso hueco fiscal.
Se habla muy bien de Bayón, el presidente de la petrolera, pero que una empresa de ese tamaño introduzca, repentinamente, una compra de esta magnitud sin que estuviera prevista en su plan de inversión y, además, oferte sin previa valorización, es para poner en duda, sino su idoneidad, si su independencia. Es como ofrecer 100 millones de pesos por un carro y después mirar que modelo es, si tiene motor, si enciende, tiene llantas y, aún peor, sin tener claro de si se necesita o se sabe cómo manejarlo. En fin, ¡la colombianada! A lo Petro con el Acueducto recogiendo basura.
Nuestros mandatarios, desde la Casa de Nariño, pasando por el Palacio del Liévano y llegando a la ciudad de la eterna primavera han demostrado que la tecnocracia, el compromiso con lo fundamental y el debido proceso, no son más que un discurso de campaña. En realidad, la supuesta ‘renovación política’, en todas las vertientes ideológicas, se deshace ante la irresistible teta del Estado. Porque todo este esfuerzo no es por el Covid, es para mantener subsidios improductivos, financiar un malhecho sistema pensional y garantizar, eso sí, el funcionamiento de la gigantesca burocracia. El legado se ve en las acciones no en las intenciones.