La libra inglesa, según los especialistas optimistas, caerá a 1.20 por dólar en los próximos noventa días, y según los pesimistas caerá a 1.15, con persistente tendencia a la baja. Eso lastima las importaciones, aviva la inflación, aun si puede mejorar las exportaciones. Cosas como éstas ocurren cuando se va contra la corriente histórica. Lo que caracteriza al mundo desde los sesenta es la creación de conglomerados multinacionales para contrarrestar el mercado ampliado de China, que no se puede enfrentar con mercados restringidos. Los costos de producción y comercialización ante ese gigante con lazos con la India y otros superpoblados países asiáticos, no permiten el aislamiento. Mucho menos en Gran Bretaña que ya de suyo es una isla. Los 27 países de la Unión Europea deben verse en perspectiva histórica. En el Renacimiento, Europa estaba subdividida en miles de comarcas con límites y gobiernos autónomos, la tendencia es clara…
Otra tendencia ya en Colombia, es la búsqueda de la unidad nacional. La creación de un Estado incluyente que tenga monopolio de la fuerza, cobre impuestos y rija sobre el territorio. Colombia es el único país que no ha logrado eso en América. Su clase dirigente ha sido incapaz de inspirar un sentido de nación que abarque a todos. Y, lo peor, es que un segmento de esa dirigencia está en lo que los sicólogos llaman actitud de negación. Afirmaron y afirman que no existe un conflicto interno. Con esa premisa cualquier intento de solucionarlo es espurio. Uno no puede desatar un nudo que no existe. En consecuencia el histórico acuerdo de cese de hostilidades entre las partes logrado en La Habana, les resulta innecesario y acaso contraproducente. Primero niegan el conflicto, luego consideran imposibles las negociaciones, cuando estas tienen éxito dicen que habrá impunidad, cuando se demuestra que no es así y que el caso colombiano es atípico precisamente porque no hay impunidad, alegan que no se sabe cuántos milicianos se irán a entregar y así.
Lo claro es que habrá punto final a la guerra con las Farc. Y eso, como lo nota la lucida Conferencia Episcopal, es preferible a la continuación de la guerra. Lo perfecto es enemigo de lo bueno. Ahora bien la ausencia de guerra no es la paz plena. Se requiere que las causas objetivas que influyen sobre la violencia vitalicia nacional, sean abordadas. Hay necesidad de soñar en conjunto un país posible. Y construir ese proyecto. Ignoro si eso sea posible pero creo que es necesario.