Tierra del olvido | El Nuevo Siglo
Jueves, 20 de Octubre de 2016

El empobrecimiento de gentes del campo colombiano podría ser la principal deuda social del Estado con la sociedad.

Una vergüenza la situación de familias que habitan zonas rurales.

Pocas acciones para poner a flote la producción agropecuaria y reivindicar a sus trabajadores.

Desde comodidad de cargos en ciudades, líderes, políticos y gobernantes es poco lo que hacen para levantar el ánimo de nuestra empobrecida agricultura.

Mitad de propiedades rurales no están legalizadas. Quiere decir que es tierra de nadie.

Se requieren alrededor de $10 billones para iniciar recuperación de las faenas agrícolas y la redención de mujeres y hombres campesinos.

Equivale al recaudo que se busca con nueva reforma tributaria.

Cambiarle cara al agro vale lo que se robaron contratistas en varias megaobras inconclusas, una pena para ingeniería civil y prácticas de buen Gobierno.

De cada 10 labriegos, cinco viven mal. De cada 10 familias, cinco afrontan miseria, pobreza y desempleo.

Casi mitad de habitantes del campo han padecido problemas de inseguridad.

El 40% de personas dedicadas a faenas agrícolas sobreviven, afrontan dramas por desempleo, insuficientes centros de salud, precarios caminos de trocha, escasa agua potable, malos servicios públicos, pobre educación y falta de financiación para sembrar, cosechar y vender.

Gobiernos tienen deuda social incalculable con sector rural. Éste nos da de comer, alimenta y nutre, nos da alternativa exportable, y a cambio le damos poco, le negamos desarrollo, equidad, competitividad y prosperidad.

Cultivadores en general la pasan mal por cuenta de embates del clima, problemas en sistemas de riego, comercialización, costos de fertilizantes, dificultades para sacar cosechas de fincas a centros de abastos, desintermediación financiera y escasez de mano de obra en sectores como café.

Distritos de riego, preservación de cañadas y ríos, tala indiscriminada de bosques, propiedades sin dueños, caseríos en el olvido, inasistencia del Estado en veredas y fincas, desnutrición infantil, violencia doméstica, transporte público obsoleto, vías abandonadas, ausencia de bancos y educación superior a leguas, hacen el paisaje actual del campo colombiano.

Nunca será tarde para empezar. Hay que tenderle mano a campesinos, darles un nuevo aire, hacer que se queden en sus parcelas, acreditar tenencia de tierras, agilizar devolución de lo que les robaron, escriturarles propiedades, llevarles agua y alcantarillado, abrirles hospitales, centros de salud y escuelas con profesores calificados y bien pagos.

Evitar que nueva reforma tributaria toque la canasta familiar de campesinos, insumos, fertilizantes y abonos.

Permitir su bancarización, que crean en los bancos y que éstos sean cercanos y al alcance de agricultores.

Al tiempo que el Presidente Santos negocia con guerrilla de las Farc un acuerdo de paz, es inaplazable poner los ojos en centro de nuestra gravedad: el campo.

 

Campesinos apoyan paz que les retorne lo suyo: tierras para trabajar, emprender y capitalizar.

No más en la tierra del olvido.