Todos somos creaturas de Dios | El Nuevo Siglo
Jueves, 20 de Octubre de 2016

En su prepotencia el hombre se adjudica el papel principal en el hogar común llamado tierra. Sí, el lugar que todos habitamos, el que Dios dispuso para que desarrolláramos nuestra labor de aprendizaje, experiencia y donación. Pero sucede que dentro del reino animal, donde se encuentra el hombre, existen miles de creaturas de diversas especies que cumplen una labor fundamental para el equilibrio biodiverso del planeta: los animales, estos que conforman una altísima gama de variedad y oficio. Mucha gente piensa que los animales son inútiles y un estorbo para el hombre o simplemente para comerlos, pues no es así. Los animales son los más maravillosos compañeros del hombre, tanto los domésticos como los salvajes.

Comencemos por los silvestres, aquellos a los que no accede el hombre, pero que los persigue y mata. Tanto aquellos de tierra, aire o agua y que cumplen con una función determinada. Dios en su sabiduría los creó para un fin específico. Por ejemplo, los tiburones en el mar se ocupan de limpiar las especies enfermas y moribundas, su organismo está diseñado para alimentarse de ellos. Las hienas y zorros hacen lo mismo en tierra, como los buitres en aire. En insectos las hormigas y escarabajos necrófagos entre otros, en reptiles los cocodrilos y el dragón de komodo, y así en muchas especies cumplen con un fin determinado. Dios permite la cadena alimenticia para la subsistencia de unos por otros.

Ahora, los animales domésticos son un regalo precioso para el hombre, son amigos de verdad, ellos aman, sufren y divierten. Los animales sienten y se apegan a sus amos. Son más inteligentes que muchos humanos, tienen sentido común y desarrollan su instinto más allá de nuestra comprensión. Tener una mascota es una bendición, es entrar en comunión con nuestros hermanos menores, es desarrollar la dinámica sensible que todos tenemos y de ellos aprendemos mucho.

Es un verdadero pecado el maltrato animal, porque al hacerlo aflora la soberbia que es el mayor de los pecados del hombre, en cambio el amor hacia los animales es una virtud que nos eleva y conecta al más infinito amor de Dios. Ya lo dijo un poeta anónimo “Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida”.

Toda razón de civilización comprende el más elevado sentido de progreso en la medida como se comporta con sus animales. Mahatma Gandhi el gran pacifista decía que: “Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”.

Los países que hacen y cumplen leyes que protegen a los animales, guardan un lugar en el cielo porque ya lo dice la Biblia en el Génesis primer relato, que Dios en el día quinto creó a los animales y en sexto al hombre, por lo tanto el hombre y los animales tienen su lugar en la tierra.

arangodiego@hotmail.com